Hay escritores cubanos que viven a la sombra, prácticamente desconocidos. No a la sombra protectora de ese Sol que abrasa y funde, sino a la sombra oscura que parece inocua, pero no permite ascender a la luz.
Luchar contra quienes piensan que las letras cubanas del siglo XXI no deben romper cuanta amarra las aprisione y saltar por encima de cualquier barrera que les alcen; decir la verdad, lo justo, deberá ser siempre nuestra bandera, porque en ello va el bienestar de la sociedad y el prestigio de nuestro ministerio. Poner el dedo sobre la llaga no para destruir, sino para curar, habrá de ser el objetivo permanente. Evocar al amor con hermosura se convertirá en nuestro escudo de acero tachonado de flores. Y con esa bandera, ese objetivo y ese escudo seremos respetados hasta por la historia.
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