Todas las mañanas, mientras mi
niña se prepara para asistir a la escuela, escuchamos “Camagüey al día” programa
matutino de la emisora provincial Radio Cadena Agramonte. Últimamente se
han hecho comentarios editoriales, a nombre de la emisora, que alegran
muchísimo y hacen pensar que están del lado nuestro, quiero decir, del lado de
la comunidad, del lado del pueblo que habla en voz baja y pocas veces se le
escucha.
Me gustó muchísimo el comentario
sobre el callejón Mojarrieta. Hasta me sentí adelantado, pues pensaba escribir
sobre el mismo. Solo difiero en que su condición de callejón letrina, donde el
aire tiene la permanencia de ácidos urinarios y la acera reseca defecaciones
humanas, no solo afecta a los turistas, como se dijo por la
emisora, sino a todo cubano que por necesidad tiene que
caminar esos cincuenta metros apestosos. Ya hasta una foto le había tomado al
hueco de la esquina por donde han caído personas y bicicletas y se ha
convertido en amenaza pública, mientras los que tienen que ver y oír están
ciegos y sordos.
Muy bueno el comentario de la
emisora, aunque nuestro periodismo aún se reversa el temor a plantear
soluciones costosas para el Gobierno. La medida a tomar puede que sea la
limpieza y custodia del área señalada, pero dado el caso de que esa arteria es
la más oscura y tal vez la menos transitada de todas las que salen de la
principal plaza de la ciudad, donde se efectúan las más importantes actividades
recreativas y culturales nocturnas, lo ideal sería que el Gobierno construyera
un baño común que dé cobertura a los cientos –y hasta miles –de asistentes a
dichos actos. Terminado ese proyecto, y puesto a la disposición del público, cuando
ningún ciudadano tenga necesidad de acudir a la indisciplina para evacuar sus
excrecencias, es entonces cuando se debe actuar impositivamente contra el uso
del callejón como servicio sanitario. Esto sería una contribución a “Camagüey
500” .
Otro comentario muy halagüeño
fue el que hicieron sobre la última medida tomada por la Empresa Eléctrica
al prohibir, a quienes leen los relojes de consumo, informar a los residentes
el monto originado durante el mes en curso. Es algo tan humillante como infructuoso
y absurdo, pues el consumidor que desee conocer el resultado oculto, no tiene más
que leer su reloj y restar el gasto del talonario anterior para obtener el
saldo preciso. Es como si a la hora de liquidar nuestra cuenta en una tienda,
el cajero se negara a ofrecernos el recibo. Si a esto unimos el cambio de
relojes en perfecto estado por otros más difíciles de adulterar, el asalto imprevisto
a los hogares para requisar los metrocontadores y tomacorrientes uno por uno,
con el propósito de verificar si sus dueños están robando electricidad,
demuestran a las claras la certidumbre de los directivos de la tal Empresa de
que un alto por ciento de la población sustrae ilícitamente electricidad en sus
hogares. Soy de la opinión de que más le valdría a esos Directivos buscar el
porqué el pueblo comete este delito. Más lógico, humano y sensato –y esto no se
atrevió a decirlo la radio camagüeyana –sería ofrecer precios más equilibrados
entre el salario común de la ciudadanía y el disparado costo de la corriente eléctrica
en las zonas residenciales, multiplicado quince veces cuando los poderes
adquisitivos continúan siendo los mismos.
Pero el mejor comentario lo
encontré hace apenas un mes en el periódico Adelante. Fue un artículo del
profesor Eloy R. Corcho Vergara, publicado el sábado 7 de abril, intitulado El
directivo socialista, servicio público y comunicación:
“¡Qué doloroso resulta ver hoy
cómo dirigentes y funcionarios que se llaman socialistas pasan por alto los
valores que queremos para nuestra sociedad (…)!
“Da pena leer la sección “Acuse
de recibo” de Juventud Rebelde, o Catauro,
en Adelante,
o escuchar Meridiano, en Cadena
Agramonte. Tal parece que existe una categoría de personas, que por los
cargos que ocupan se sienten por encima de todo y de todos, y esa condición los
libera de prestarle atención que desde su entidad está dañando, sin sentido y
sin razón, la existencia de cualquier ciudadano común. Se ven a través de las
denuncias verdaderos atropellos, la
creación y desatención de problemas, la falta de sensibilidad, muchas
veces expresada mediante respuestas banales, y otras tantas ignoran al
demandante con el más sepulcral de los silencios.
“¡Qué daño le hacen al
socialismo! Generan una ruptura de la comunicación entre el ciudadano y la
institución que dirigen y obligan a que aquel busque la voz de los medios para
hacerse escuchar. Incomunicación que se asienta en la pérdida de credibilidad y
que es la madre de esa frase que rompe, como una puñalada, el corazón de todo
verdadero revolucionario: “A esto no lo tumba nadie, pero no lo
arregla nadie”.
“El artículo 63 de la Constitución de la República de Cuba
plantea: Todo ciudadano tiene derecho a dirigir quejas y peticiones a las
autoridades y a recibir atención o respuestas pertinentes y en el plazo
adecuado conforme a la ley”.
¡Bravo! Bravo por un periodismo
libre de temores, y autocensura! Pero todavía nos queda por resolver un
problema que abordé en un artículo anterior y que es “la sordera endémica de nuestros
dirigentes”, quienes no deben olvidar jamás que José Martí, el Autor
Intelectual del Moncada, dijo: “Hacer es la mejor manera de decir”.
Pedro Armando
Junco
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