Cuando supe que el nuevo papa era Argentino, que había nacido en Latinoamérica, tuve la corazonada de que cambios importantes se iban a originar en nuestro hemisferio. Y aquí tenemos al primero de los milagros: el papa Francisco es el Alí Babá del siglo XXI.
¿Quién se esperaba tamaña sorpresa? Pocos, claro; porque ha sido tanta la propaganda del odio, que millones de compatriotas estaban incapacitados para vislumbrar un arreglo político considerable entre Estados Unidos y Cuba sin necesidad de “tumbar” este Gobierno. Puedo afirmar que tantas objeciones morbosas por los medios oficialistas del país, obraron para que millones de cubanos hablaran mal, a diario, en cualquier sitio público, del presidente Obama; hasta ayer miércoles 17 de diciembre, antes del mediodía. Así también, decenios atrás se habló mal de los curas y de sus creencias. Solo quienes hemos echado al aire ideas de reconciliación a pesar de la crítica de muchos que se hacen llamar “amigos”, intuíamos el momento que cristalizó hace solo unas horas, para sembrar un hito histórico incuestionable.
Pienso que ha llegado el momento de la verdad, de la inteligencia, de la concordia. Se está logrando. Quedan heridas y cicatrices –yo las tengo –, pero dijo el Maestro que “amar es más útil que odiar”. Y ha tocado a la puerta la hora del perdón por el bien de un pueblo que se ha venido desintegrando paulatinamente y que ya no consigue resistir más, o desaparece como nación. Puede que todavía los papagayos cacareen de un lado y otro del Estrecho. Pero su escarceo será silenciado por la voluntad de dos pueblos y de dos presidentes que han evaluado con cordura el daño evitable y han cortado de cuajo la cadena del odio.
El canje de espías estuvo equilibrado. Pero esto no solo implica la liberación de prisioneros que causaron daños materiales y humanos en ambas partes, sino el compromiso bilateral de eliminar métodos escabrosos o, al menos, llevarlos a cabo con mayor cautela. Si a esta toma de decisiones se puede agregar eximir a Cuba de la lista de países propiciadores de terrorismo, he aquí otro paso más en el entendimiento y un firme puntal que evitará cualquier propensión futura a malos hábitos.
Quedan, expresó el presidente cubano en su alocución, muchos otros asuntos que resolver. Faltan, del lado de allá, leyes que derogar; del lado de acá, cláusulas constitucionales que reformar. Pero, como escuché a un campesino amigo en el día de ayer cuando la noticia: “No cojamos a Zamora en una hora”. El pueblo de Cuba está feliz, está esperanzado. Ya escuché decir a personas que preparaban las maletas para emigrar: “vale la pena esperar un poquito”. Y yo los aplaudo, porque el hombre en tierra extraña, escribió también el Maestro, “es un árbol plantado en el mar”.
Sé que los papagayos y los fanáticos estarán a grandes temperaturas. Ha de ser muy duro para ellos repetir ahora todo lo contrario de lo que vociferaban antes del mediodía de ayer. Carcomerán su odio y buscarán el sitio ideal donde esconder su pico. Porque la verdad, a la larga, siempre sale a flote. Y si, cuando se le otorga voz a los que critican, se escuchan verdades que han pasado por alto los más sordos, ¿por qué tildan de traidores a quienes soñamos un futuro de paz, de justicia y de entendimiento?
No tengo palabras para agradecer al papa Francisco lo que ha hecho por la nación cubana. Por eso, quiero terminar este pequeño enunciado con la oración representativa de quien él tomara su nombre, para decirle desde mi oscura cueva: ¡Qué bien lo ha hecho!
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Pedro Armando Junco
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