Tomado del sitio "Cubanos por el mundo"
Esta vez los planteamientos que serán llevados al Congreso del Partido no serán propuestos por el pueblo. En el congreso anterior se consultó a la población con entera libertad y, aunque luego serían debatidas en el foro solo las escogidas por la nomenclatura en el poder, al menos la gente tuvo la oportunidad de exponer sus inquietudes y sus desavenencias. La población lo hizo con bastante recelo y temor, pero muchos dijeron sus verdades y se les escuchó sin represalias. Fue en plena presidencia de Raúl Castro. Antes no habrían conseguido "disparar un chícharo".
Sin embargo, todo parece indicar que la alta dirección del país no quiere jugarse esa carta otra vez con la libertad de expresión. Las recientes experiencias de Argentina, Venezuela y Bolivia han puesto sobre el tapete una vez más que los regímenes autoritarios con intentos de perpetuidad no pueden andar jugando con la democracia. Los pueblos se cansan del mismo líder. Y la razón es obvia: hasta los más obedientes hijos llega el momento en que se independizan de sus padres y les responden: "no me sujeten más, que ya yo sé caminar solo". ¿De qué manera, pues, consigue un gobernante, ya sea Perón, Fidel o Chávez, aspirar a que sus ideales sean intangibles y perdurables, cuando hasta el cristianismo ha tenido que modificarse para seguir existiendo?
Si a esto se agrega que la visita de Barack Obama ha soliviantado la mentalidad del pueblo cubano, no es para distraerse otra vez con la oportunidad de que la gente hable por la libre. De hecho, aunque el General Presidente asegura que en Cuba no existen presos políticos, permanecen unos cuantos encarcelados por gritar consignas contrarrevolucionarias y escribir letreros desafectos en las paredes de las ciudades. Brindar la oportunidad a este pueblo cansado de tantas expectativas fantasmas a expresarse en asambleas, puede encender llamaradas muy peligrosas para la estabilidad nacional y la seguridad estatal.
Claro que el escándalo allende el mar sonará fuerte, porque está en juego también el carisma creado alrededor de la figura presidencial gracias a un cúmulo de aperturas civilistas de gran aceptación popular, muchas de las cuales están retrocediendo como la resaca de un mar embravecido. Los fuertes asesores de seguridad nacional quizás le hayan hecho ver a la más alta dirección del país, que se ha pasado de la raya brindando tantas libertades al pueblo de a pie. Los romanos nunca habrían hecho cosas por el estilo. Es un Congreso del Partido, claro. La guiñada está en hacerle creer a la ciudadanía de a pie que ese pequeño porciento de cubanos representa al pueblo. En la televisión, por ejemplo, a cada momento aparece el comercial que repiquetea que el Partido representa al pueblo, que el Partido es el pueblo. Pero al pueblo de hoy no se le puede andar con esas mentirillas del siglo pasado en el presente que estamos viviendo.
Por mi parte sí tengo propuestas que hacer, como de seguro las tiene el noventa por ciento de la ciudadanía. Pero las mías no son siquiera las de promover un cambio de gobierno que, de cierta manera trajo la educación, la salud y otros muchos beneficios a todos por igual de forma gratuita; sino solo tres propuestas para que el sistema cambie y pueda salvar lo que de bueno ha creado la Revolución:
La primera propuesta que hago es el cambio de nombre del Partido, ya que es "inconstitucional" hasta el momento la creación de otros. Hay que cambiar el nombre de Comunista porque en todo el mundo, a no ser el sistema medieval norcoreano, nadie quiere saber del comunismo. Pudiera llamarse en lo adelante Partido Socialista de Cuba o, sencillamente, Partido Cubano. El pueblo de Cuba votaría por el socialismo. Un socialismo abierto a la iniciativa privada, claro: con libertad económica, sobre todo. Pienso que el problema de mantener amarrado el empuje del ingenio individual es lo que está desintegrando a la nación cubana.
La propuesta segunda es hacer inclusivo a ese partido; o sea, que todos los cubanos mayores de edad puedan pertenecer al Partido Socialista de Cuba por razones obvias: por ser socialista y por ser de los cubanos. Nadie, excluyendo solo a los que cumplen condenas y a los anormales, debe estar excluido de pertenecer al Partido. Nadie. Repito: ni los "mal mirados" y silenciados opositores. Si el Partido representa a la Patria, téngase presente que la Patria es con todos y para el bien de todos. ¡Todos con voz y con voto!
Creo también que cuando el cubano que se siente segregado tenga derecho a echar fuera públicamente lo que le molesta y a lo que aspira, no pondrá más letreritos en las paredes ni vociferará consignas opositoras. Para eso estaría la prensa libre y no habría que legislar para castigarlos. Cuando en Estados Unidos se castigaba a quienes obstruían las vías férreas para declarar su oposición, Henry David Thoreau sentenció: "Si hubiera que juzgar plenamente a estos legisladores por los efectos de sus acciones y no parcialmente por sus intenciones, merecerían que se les colocase y castigase junto con las personas nefastas que obstruyen las vías férreas".
Por último, mi tercera propuesta está concebida en que un grupo de miembros del Partido pueda crear plataformas diferentes, capaces de oponerse a los dictámenes del Gobierno, convirtiéndolo así en verdaderamente democrático y representativo del pueblo. Como aseveró Woodrou Wilson hace un siglo, "La historia de la libertad es la de la lucha por limitar el poder del gobierno". Solo entonces se callaría la boca a quienes aseguran que en Cuba es incompatible una verdadera democracia con partido único.
Pedro Armando Junco
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