Cuentan que recién fundado el teatro Principal de Camagüey, asistió a una de sus funciones un campesino nombrado José Pérez. Si no recuerdo mal los detalles de la vieja crónica, la obra montada en el teatro en ese día fue Otelo, de William Shakespeare.
Poco sabía José Pérez, guajiro analfabeto de sombrero de yarey y machete a la cintura, pero con plata en el bolsillo, el significado de la obra. Sin embargo, como todo ser humano deseoso de superación y conocimiento, aprovechó su visita a la ciudad, fue al teatro esa noche y ocupó una de las butacas de la primera fila.
El cronista no cuenta hasta qué punto José Pérez iba asimilando el nudo dramático de la puesta en escena, aunque lo podemos imaginar cargado de impaciencia, retorciéndose en el butacón, ajustándose el sombrero y acomodando a la cintura la vaina del machete.
Lo que sí ha pasado a la historia en esta crónica es el momento en que el actor de Otelo comienza a estrangular a Desdémona, mientras esta declama su inocencia; porque fue allí cuando nuestro heroico campesino saltó del butacón como un resorte y estremece al teatro con una frase lapidaria: "¡Donde esté José Pérez no se matan mujeres!" Y acto seguido, con el machete en ristre, partió hacia el escenario por la escalerilla lateral, apenas dando tiempo a que Otelo escape tras las bambalinas para no ser la víctima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario