Camagüey arde sobre las ascuas de los últimos asesinatos. Hasta pudiera parecernos que es poca la miseria: el pan que hoy faltó a la bodega, la suspendida leche a los enfermos, la escasez de medicamentos en las farmacias. Cuando de pronto, ahora en solo dos semanas a lo sumo, una serie de asesinatos impactan en los medios sobre todo los independientes. La prensa oficialista calla o disimula entre noticias halagüeñas la barbarie de esos crímenes:
Leydi Bacallao, una muchachita de apenas 17 años que entró a la estación de policías del poblado Camalote pidiendo auxilio, y tras ella su expareja, que la sacó de allí, y a la vista de uniformados la asesinó a machetazos, nos hace suponer que vivimos en un mundo surrealista. Este hecho manifiesta no solo el magro resultado de la política feminista que falsamente se canturrea, sino también la inoperancia, la incapacidad y los pocos valores de un cuerpo policial solo apto para reprimir opositores.
El caso más reciente, apenas hace tres días, fue el de otra camagüeyana, Arisdanis Viamonte, asesinada en su propia casa por el que fue su pareja, padre de su hija de 19 años. Una vez más, el patrón se repite en los feminicidios, una expareja cometió el crimen.
Otro conmovedor relato hecho viral en los medios, ha sido la alevosa muerte del taxista Ruperto Rafael Cánovas Adans, desaparecido desde el viernes 3 de febrero cuando fue alquilado por tres jóvenes y luego fue hallado muerto tras varios días de búsqueda.
Unas semanas atrás también llamó la atención, el asesinato del cubano americano roberto Medina, director de una mipyne de Camagüey conocida como Renova. Fue secuestrado en el trayecto de su viaje a La Habana, y su cadáver apareció desmembrado en una laguna en las afueras de Camagüey.
También resaltó la muerte del joven del triciclo de alquiler, Yudel López, cuyos victimarios lo matan sin piedad para robarle el pobre aparato del que vivía. ¿Será que nuestra tranquila Camagüey está cayendo en la barbarie como una maldición por el servilismo de sus habitantes?
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