Hoy asume la presidencia de Argentina el libertario Javier Milei. El hombre que ha sorprendido al mundo gracias a la contundente votación de su pueblo, anuncia una propuesta basada en ideas radicales de libre mercado y el recorte de cientos de miles de prebendas y gratuidades, como si se tratara, para usar un símil suyo, de una motosierra.
El gobierno argentino militaba, hasta ayer, en la fila de países latinoamericanos cuyos mecanismos económicos y políticos han llevado a la miseria repúblicas boyantes como lo fueran antes Venezuela y Cuba. Argentina estuvo enferma de kirchnerismo, novedosa variante en la metástasis de esa engañosa condición política, que algunos, como el distinguido Carlos Sánchez Berzaín, catalogan dentro del socialismo del siglo XXI.
A pesar de ello, con mucha suerte, el pueblo argentino consiguió no dejarse cambiar las leyes, preservó el derecho a elecciones libres, a partidos políticos diversos y a un periodismo liberal, ingenioso y valiente. Gracias a esa quimioterapia ha conseguido mantener viva su libertad, corazón latente que no deja morir el cuerpo de la patria.
Acá, en nuestra calamitosa Cuba, génesis de aquella terrible enfermedad por más de medio siglo, vimos truncadas esas esperanzas libertarias. Se hizo añicos la constitución de la república de 1940, se extirparon los partidos políticos opositores, se eliminaron la libertad de prensa y de expresión, se confiscaron hasta las más humildes propiedades privadas, se fusiló y se encarceló todo tipo de protesta pública, dejando a los cubanos en la inopia de la más pequeña libertad, sin más caminos que callar, morir en la miseria o escapar a cualquier rincón del mundo.
Pienso que el triunfo de Milei en la Argentina puede marcar un punto de inflexión en todo el continente. Claro que le esperan retos formidables contra las maniobras sucias de sus enemigos derrotados. Sin embargo, parafraseando a Martí, la América entera está como despertando. Aunque sean procesos muy largos que no todos los presentes alcanzaremos a ver, el bisturí de Milei y de su equipo me darán la razón, ya que la única manera de extirpar el cáncer —y bien lo saben los oncólogos de la política— es la cirugía radical.
No hay comentarios:
Publicar un comentario