Para marzo se pronostican y hasta se anuncian grandes cambios.
Del lado de allá, por la televisión se advierten próximas restricciones adicionadas a las ya existentes, sobre todo en suministros alimentarios. Aunque, como es natural, echando la principal culpabilidad al "bloqueo".
Del lado de acá las personas especulan síntomas aún peores y hasta lo expresan en voz alta:
-¡Esto no lo habíamos visto nunca antes! ¡Tenemos hambre; el dinero no alcanza! ¿Qué piensan con este pueblo...?- casi gritó en la cola del pan una viejecita humilde en clara referencia a quienes dirigen el país; y comenzó el cuchicheo bajito de los presentes, sin que alguien le saliera al paso como le está orientado hacer a un "buen revolucionario".
Porque en realidad la situación es alarmante y no se vislumbran soluciones a una crisis generalizada que comienza en el desabastecimiento de la alimentación y medicamentos por medios estatales, con su proyectado paquetazo de excesivos precios; continúa con el deterioro de las infraestructuras habitacionales y de transporte; socava instituciones tan básicas como la salud y la educación, y termina con apagones continuos varias veces al día, sin un proyecto de solución creíble.
La miseria se generaliza en la multiplicación de los mendigos callejeros que morirán de hambre; los servicios funerarios no cuentan con un mínimo de respeto a la dignidad del fallecido, que se le vela a oscuras en el cubículo de la funeraria durante las horas de apagón y espera en cola por el único carro que lo conduce al camposanto a la hora del sepelio, porque hasta el crematorio permanece cerrado.
Para colofón, la delincuencia se generaliza y abarca, desde los vendedores ambulantes que pululan y estafan a diario por las calles, hasta los que asaltan y apuñalan y matan por robar un celular o una motorína.
«Los idus de marzo ya han llegado»; dijo el César en tono burlón al vidente que lo había advertido del peligro cuando iba de camino hacia el Senado; y el vidente respondió compasivo: «Sí, pero aún no han concluido».
Unas horas después Julio César caía apuñalado por quienes hasta el día anterior lo defendieron...
Y en el avión presidencial no caben tantas personas.
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