Señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez:
Doy por entendido que su llamado del 18 de marzo para conversar con el pueblo, sea el último recurso a utilizar en vista a resolver de manera pacífica la multitud de problemas que aplastan a los habitantes de la isla. Esta vez no dio usted la orden de combate, como el 11 de julio de 2021, cuando lanzó sus huestes represivas a la población indefensa y llevó a la cárcel a más de un millar de cubanos.
Sin embargo, vale la pena profundizar en este intento pacificador suyo, no sea que, como hemos sufrido durante más de seis décadas, donde nos dijo "digo" nos salga con "Diego" y añada otro eslabón más a la interminable cadena de mentiras y de engaños.
Señor Díaz-Canel, si verdaderamente usted desea una solución real y duradera para este pueblo que, parecido a un volcán, manifiesta una erupción catastrófica en ciernes, su diálogo deberá tener como premisas la urgencia, la seriedad y la transparencia. Nunca otro circo con ancianitas ignorantes que se erizan y ven en usted un enviado de su dios, sino con la oposición interna que, a despecho de haberla negado durante 65 años, existe, prolifera y tiene proyectos pacíficos y viables que resolverían no sólo la falta de abastecimientos y logística, sino el principal problema de todos: la libertad.
Tampoco puede suscribirse un acuerdo justo mientras su régimen mantenga presos políticos en el país, la libertad de prensa sea perseguida y no se reconozca oficialmente una oposición que es, en primera instancia, la otra parte con la que debería dialogar.
Cuba tiene hoy —aún excluyendo a hijos dignos e ilustres que permanecen en el exilio y que, por supuesto, usted negará el diálogo— intelectuales de la talla del padre Alberto Reyes, Dagoberto Valdés, Alina Bárbara López Hernández y muchos otros, dispuestos a allanar el camino del entendimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario