Ahora que la situación económica de la población se agudiza por días, he sacado de la maleta el poema Mi hogar, de mi libro inédito “Noches sin luna”. El quehacer cotidiano de un buen observador no puede pasarse por alto la crisis que nos envuelve y nos maniata a pesar de que por la televisión, la radio y la prensa escrita se diga todo lo contrario.
Allí, para todo el que me visite, va este lamento lapidario.
Mi hogar
Ahora he penetrado en mi casa
la ulterior madriguera
la mesa está cubierta de hojarascas
cucharas enmohecidas
(residuos de festines pretéritos)
encima de ella el vaso fragmentado
la encogida cazuela
(que esperan por la pata carcomida
para justificarse).
El cubo en su rincón árido y mustio:
mientras debatimos sobre la sequía en el confín del mundo
nos convertimos en desierto.
El jabón de mi perro está en el baño
áspero y maloliente.
En la vitrina duerme la vajilla
regalo de un amigo que nunca regresó.
La atmósfera caldeada por las emanaciones del sarmiento
la astilla húmeda
el gas…
Esa pared cuarteada
es como el cuadro inexistente
reflejo de una época.
El piso roto a mis espaldas
que lanza piedras al espíritu
y las siento caer una por una.
Es el tiempo bisiesto de los tiempos
el temporal inacabable
la gotera
el bullicio de las ruedas de acero sobre los adoquines.
La noche se avecina
y los cuentos de horror vendrán con ella.
Ocioso
enajenado
echado sobre el quicio de mi patio interior
me quejo ante los tinajones.
¡Resistiré debajo de la cama
y más tarde dirán que he sido un mártir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario