Ese pubis velludo
que malamente disimulas bajo el satín de tu contorno
esa hoguera interior de furia huracanada
esos ojazos límpidos
algunas veces claros y otras veces cetrinos
ese cabello azul moldeado en caracolas
y esos labios que son
mitad Sierra Leona y otra mitad España
te hacen protagonista de un embrujo de diosas
¡de las diosas homéricas que asaltaron a Paris!
La ínclita virtud de estos antepasados
el dolido sudor de esos ancestros
han llegado hasta ti…
Muchacha
paradisíaca estampa
de lo que puede Dios crear en su paroxismo.
¿Cómo torneó tus piernas
tu cintura
esas torres gemelas que invitan al asedio
de atentados caníbales
esos preciosos troncos que se elevan
como ingentes colinas?
¿Cómo ha podido Dios elaborar perfecto
a un fruto de la tierra?
Sin embargo
muchacha
sin liberar tu carga de emociones
te arriendas por un mazo de quimeras
te excluyes de ti misma ante delirio de lo incierto.
El dueño de tu harén no tiene rostro.
Ni siquiera conoces de aranceles por tanto sacrificio
ignoras la tasa con que deben colmarte de homenajes
y mendigas
te vendes
coqueteas con la muerte
entregas tu tesoro
como indigno corsario.
Allá en el cielo Dios llora tu pena.
Se mesa los cabellos al ver su obra maestra
lanzada sobre el cieno.
Muchacha
no permitas que Dios sufra tu eclipse
sé la hija pródiga y regresa.
Pedro Armando Junco
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