Un blog para debatir, sin parcialidad ni censura, los cuestionamientos más urgentes de la sociedad cubana.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Una mirada al XVIII Taller Nacional de Crítica Cinematográfica
Camagüey estuvo otra vez de fiesta. Esta vez la celebración fue para los cinéfilos que siguen de cerca el SEPTIMO ARTE, pues se desarrolló a todo tren el XVIII TALLER DE LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA. El cine Guerrero, acaso último guerrero sobreviviente de la familia que adornaba nuestra bella ciudad hace medio siglo, recibió en diferentes tandas un público selecto, que disfrutó de películas inteligentes, entre las cuales algunas cubanas nada tienen que envidiar a las de lejanos patios.
El cine, a partir de su nacimiento mudo y sin efectos especiales, ha cautivado al público más heterogéneo: desde el más conocedor y amigo del arte, hasta el menos interesado; desde el que asiste a ver un filme para sacar de él la riqueza espiritual e intelectual que ofrece, hasta quien solo lo mira para distraerse en las escenas de “patadas y piñazos” o actos de sexo que encierra.
Y el Guerrero se llenó por completo. ¿Es acaso el ansia de una población por disfrutar de un espectáculo cultural de elevada importancia, que hoy se limita a dos o tres locales solamente?
Los tres héroes de este festival, catalogados públicamente por el actor Carlos Ruiz de la Tejera como “Los tres mosqueteros” son Juan Antonio García Borrero –quien me facilitó esta invitación que he colocado al comienzo –, Luciano Castillo y Armando Pérez Padrón. Fue Juani, por cierto, el que me recomendó no omitir JUAN DE LOS MUERTOS, filme cubano que está causando revuelo por su temática, por la excelente actuación de sus protagonistas y por la crítica social que encierra, pero que dejaré para comentar en el próximo trabajo.
El cine cubano ha sido bueno siempre; y de no estar catalogado entre los mejores de fama mundial, diré de él lo mismo que de nuestro vino: ¡es el nuestro! Me gusta porque cada película trae el sello de la idiosincrasia criolla: las “malas palabras”, herencia de la madre patria; ardor erótico, legado de la fusión de las tres razas fundamentales presentes en el país; y esa facilidad para burlarnos hasta de las desventuras propias, que todavía no sé de dónde diablos la sacamos. También la facilidad de amar, de perdonar, de olvidar los agravios, acaso tenga sus raíces en las neuronas sincréticas que fundieron la sangre española con la sangre africana y la sangre asiática y ha resultado fundamento esencial de la cubanía.
Algo que me ha impactado profundamente en este evento es la sencillez de los actores, guionistas y directores de diferentes filmes que se ofrecen al público. Me resultó conmovedor, cuando salía de la sala de proyección, encontrarme en el lobby con el protagonista que acababa de ver en la pantalla, esperando porque el público se le acercara a darle la mano; a un director que, terminada la proyección de su película, se reunía con el público para solicitar la opinión de cualquier individuo, sin inmutarse por los criterios desaprobatorios. ¿Eso también se practica en Hollywood?
“Los tres mosqueteros” durante dieciocho años consecutivos han venido reuniendo lo mejor de la cinematografía cubana en Camagüey para discutir críticamente todo lo concerniente al séptimo arte. En estos talleres puede participar cualquier cinéfilo, no importa sea o no un especialista en la materia. Y paralelo a esto se exhiben los estrenos que todavía no han salido a la pantalla. De hecho es un privilegio que ellos tres hayan trasladado desde La Habana un evento de categoría nacional, hasta una ciudad de provincia. Desde lejanos tiempos la población local ha gustado de la buena cinematografía, porque Camagüey contaba con más una decena de instalaciones de grandes pantallas.
Ahora se habla de un proyecto promovido por la Oficina del Historiador para remodelar y construir un complejo cinematográfico en la calle Estrada Palma –hoy Ignacio Agramonte. Este objetivo abarcará, según imagino, los antiguos cines Encanto, Casa Blanca y Guerrero. Dichos locales, unidos a la sala Nuevo Mundo, conformarán un complejo estructural de cuatro centros culturales más. Ya terminado el opulento plan, éste propiciará mayor cobertura a una población que por las noches carece de opciones para un entretenimiento saludable y a precio de moneda nacional, puesto que algunos de los sitios más atrayentes se pagan en divisas –moneda que no manejamos –o han encarecido sus ofertas para equipararlas a las anteriores, y no son muy asequibles al bolsillo de la comunidad.
Este propósito es muy encomiable –me gusta utilizar el calificativo de mi amigo halagador –; pero no está de más señalar a quienes manejan dicho programa, que la ciudad de Camagüey ha crecido y está creciendo vertiginosamente; y si hace medio siglo, cuando era más constreñida, contaba con varios cines en la periferia del Casco Histórico y algunos repartos, sería discriminatorio poner en uso solamente las que se hallan en la pequeña área metropolitana.
¿Qué se hará con el remodelado cine Avellaneda? ¿Qué con el viejo cine Camagüey, frente al parque de El Cristo, aledaño al cementerio, todavía dentro del Casco Histórico de la ciudad? Este lugar ofrecería servicio a una población que hoy, privada de la ruta de ómnibus #4, le resultará muy incómodo trasladarse al nuevo proyecto de La calle de los cines. ¿Qué se hará con el cine Alkázar, el de mayor capacidad y lujo de todos, situado en la Avenida de la Caridad –hoy Avenida de la Libertad? ¿Qué proyectos se tienen para con el cine Social, único para los importantes repartos al norte de la ciudad? ¿Qué se ha pensado para el Amalia Simoni, al oeste…? ¿Y qué se piensa hacer con el cine América, aledaño a mi casa, en el cual disfrutábamos en matinée dominical, allá por la década de los años cincuenta, las maravillosas películas que aglutinaban a todos los niños de la zona por el solo precio de veinte centavos? Del otro, del extinto Apolo, tan céntrico como el primero, hoy descuartizado y convertido en más de una vivienda y locales de diferentes usos, es inútil aconsejar recuperarlo.
Pero algo bueno tendrá que suceder. Por lo que a mí respecta, no aspiro a convertirme en el caballero D’Artagnan. Con el impulso de los tres mosqueteros del cine camagüeyano pienso que el Gobierno, el Partido y, sobre todo, la Oficina del Historiador de la Ciudad lleven a feliz término el rescate total de las instalaciones cinematográficas de la ciudad y el incremento de las mismas.
Pedro Armando Junco
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario