El 27 de diciembre, como ya es costumbre, la UNEAC llevó a cabo su segundo festejo anual. El primero se realizó en agosto, por el aniversario de la Organización ; este por el fin del año 2012, siempre después de Navidad, para soslayar interpretaciones religiosas malintencionadas.
Este año, nuevamente en la sede de los escritores y artistas de Camagüey, se hizo la actividad. Anteriormente se alquilaba un círculo social y nos transportaban en ómnibus, pero se tornaba mucho más costoso el evento, pues los círculos sociales –que, por cierto, son del Estado –cobran un ojo de la cara por hora de estancia; pero la sede es relativamente pequeña, incómoda para el manejo y obstaculiza el disfrute directo de los asistentes a la actividad cultural.
Por fortuna –o por desdicha, ¿quién sabe? –casi nunca asiste la mayoría de los miembros de la sociedad y el estrecho espacio del patio interior, el portal y los dos salones de exposición rebasan las expectativas.
También en la época del anterior presidente, además de las gratuitas cajas con la cena –últimamente almuerzo –nos ofrecían de regalo dos o más cervezas, y todas las demás que quisiéramos consumir a precio diferenciado; ahora, las antes gratis, cuestan tres pesos, una sola per cápita, y el que desee alguna más tiene que adquirirla a precio de calle: ocho o diez pesos. Todos estos apretones a la tuerca económica no parecen venir de ideas de nuestro jefe, sino de una administración más estoica que está fuera del alcance de las cordiales y fraternas intenciones del presidente actual.
–Hasta en la UNEAC el burocratismo extiende sus tentáculos –me dijo aquella tarde un asistente descontento.
El valor nutritivo de la cajita quizás fue la causa de que alguno llegara, se identificara en el buró de la entrada en el que cada uno estaba registrado minuciosamente, pidiera su ticket, sacara la caja y se marchara casi de inmediato. El acto cultural, otrora insulso, se hacía esperar. Sin embargo, para sorpresa de todos, esta vez la invitada fue Maravillas de Florida, orquesta insigne de nuestra provincia que puso a bailar a todo el mundo. Una tras otra, las piezas fueron destilando su gracia al compás de un ritmo enteramente cubano y mi esposa y yo nos bebimos, entre tema y tema, casi media caja de cervezas Tínima.
Nunca la había pasado mejor en una fiesta de la UNEAC. Debo confesar que, a pesar de mi consabido autocontrol alcohólico, más de un tropezón me costó retornar a mi casa.
Quede esto dicho para que en la próxima oportunidad de festejos, la mano restrictiva de la administración se conduela un poco más de los artistas de la provincia y contraten nuevamente a la Maravillas de Florida.
Pedro Armando Junco
No hay comentarios:
Publicar un comentario