La “comidilla” de los chismógrafos
cubanos esta semana ha sido el efusivo saludo y apretón de manos que se dieron
Barak Obama y Raúl Castro en Sudáfrica. No es para menos. ¡Tantos años
esperando por, aunque solo fuera, un saludo cordial!
Por mi puestecito de
viandas y hortalizas pasan al anochecer abogados, profesores universitarios,
médicos, escritores y gente de pueblo que no por la ausencia de títulos
plantean cuestiones interesantes. Y la noche del martes 10 de diciembre, que
dicho sea de paso festeja un cumpleaños más de la maravillosa declaración universal de los derechos humanos, se
convirtió en festividad de individuales criterios ciudadanos. Esta diversidad
de opiniones salta a la vista en los habitantes como salmón en la cascada. Unas
optimistas, otras recelosas y hasta despectivas algunas. Por eso, en mi afán de
cronista “blogosférico”, he recogido algunas de ellas.
Uno de esos criterios
destructivos fue el de un señor de avanzada edad que manifestó, mientras
compraba algunas viandas en mi cochera:
–La
política es lo más sucio de las superestructuras sociales. Se sonrieron
mientras que por dentro el odio les corroía hasta los intestinos.
Y conocedor de mi
afición martiana remachó con una cita del Apóstol: “Mientras más de cerca toco las cosas políticas más repugnancia me
inspiran.”
Mi puestecito vespertino
de viandas y hortalizas hace a veces de peña social con los feligreses. Así que
me sirvió para sacar de ese señor el resentimiento añejo que lo taladra a más
de medio siglo disfuncional entre las relaciones de ambos países y gobiernos.
Para él –como para muchos –el diferendo comenzó el día en que el Gobierno
Revolucionario confiscó todos los bienes de las compañías norteamericanas
radicadas en nuestro país y se negó a retribuir sus valores. La respuesta de la
otra orilla no se hizo esperar y se implantó el embargo económico, conocido en
Cuba como “bloqueo”. A partir de allí el “tira
que jala”, cada vez más fuerte y competitivo desató un desentendimiento perpetuo
en ambas partes, muy parecido a un par de ignorantes que se pelean a puñetazos.
El hombre compró sus
ensaladas, hizo un mohín con la boca, me dio la espalda y se marchó sin esperar
mi respuesta.
Otra opinión todavía muy
pesimista fue la de una joven profesional talentosa y expresiva que, sin soltar
la cesta de sus manos, aseguró que el “tropezón”
de Obama y Raúl en los funerales de Mandela no pasará de un apretón de manos y
un saludo hipócrita por ambas partes, puesto que las políticas cubano-norteamericanas
son diametralmente opuestas. Dos sistemas antagónicos por naturaleza, incapaces
de sacrificar escollos para limar diferencias.
–A
Cuba le hace falta un enemigo potencial para echarle la culpa de sus fracasos
administrativos –afirmó con toda su fortaleza de mujer
maquiavélica –, y ese enemigo, por
excelencia, es Norteamérica y su embargo económico.
Para esta muchacha, al
parecer, el futuro de las relaciones de mi país con el vecino del Norte, serán
eternamente antagónicas. Ni tira ni encoge para un lado u otro. Tanto critica
la explotación laboral del sistema capitalista como la miseria criolla causada
precisamente por la ausencia de trabajo productivo verdadero. Como joven a fin
de cuentas y con una gracia que casi le hace a uno enamorarse de ella, me soltó
al marcharse un juego de palabras:
–A
los cubanos solamente nos quedan dos maneras de irnos: una, irnos del país, y
la otra, irnos acostumbrando a la indigencia.
Un rato después apareció
un señor mientras sostenía un debate con otro intelectual desconocido y se
incorporó a la palestra. Este señor, quien no pretendió siquiera identificarse,
mira “el apretón de manos” de manera
muy parecida a la mía –por no decir análoga, puesto que la dialéctica no
permite la igualdad absoluta –. Él es del criterio positivista de un grupo
poblacional que intuye un arreglo a corto plazo entre Cuba y Los Estados
Unidos. Y según pude dilucidar de su exposición, este saludo cordial entre las
principales figuras de ambos gobiernos es el disparo propiciatorio para una
carrera de entendimiento rápido y certero. A Barak Obama aún le quedan tres
años en la presidencia y Raúl Castro ha movido fichas de cambio muy importantes
desde que tomó las riendas del poder hace apenas seis años.
Lo más interesante que
escuché de aquel hombre fue la enumeración detallada de las aperturas
promovidas por el actual Presidente:
–La absolución de los presos políticos fue una
medida correcta…; cuando otorgó el derecho de compraventa a los poseedores de
carros y viviendas propias obró de manera correcta…; el derecho al trabajo
privado, por cuenta propia, aunque en pequeña escala, ha sido otra medida
correcta…; la entrega de tierras a los campesinos, cuestión que se vino
anunciando desde comienzos de la
Revolución y nunca se había llevado a cabo, aunque mantenga
muchas limitaciones todavía, es otra medida correcta…; la exclusión de la “carta blanca” que nos convertía en
prisioneros dentro de la Isla,
debe tenerse en cuenta como la más importante de las tantas medidas correctas
implantadas por el nuevo gobierno de Raúl Castro. Ahora solo nos falta
desterrar inquinas pasadas con el vecino del Norte. Conversar con respeto.
Callar la lengua a los medios difusivos oficialistas que no descansan un minuto
en atacar a los Estados Unidos, para lograr sentarnos a la mesa de
conversaciones y arreglar de una vez por todas el diferendo. No es secreto para
nadie que nuestro países “hermanos” tienen hermosas relaciones financieras con
ellos, mientras nosotros, con tantos ladridos inútiles, permanecemos aislados.
Todo parecía muy
convincente cuando el otro interlocutor que había esperado pacientemente el
final del discurso tomó la palabra:
Si
soltar a los presos políticos y consentir la libertad de expresión son medidas
correctas de Raúl; si convertir en lícita y verdadera la propiedad de los
carros y las viviendas son medidas correctas de Raúl; si permitir pequeños
trabajos por cuenta propia y entregar tierras a los campesinos son medidas
correctas de Raúl; si aprobar que los cubanos puedan viajar al extranjero sin
el permiso que los convertía en esclavos se suma a otra más de las grandes medidas
correctas de Raúl…, yo pregunto: ¿Entonces todas esas medidas implantadas por
su antecesor eran incorrectas?
Y el hombre se marchó
sin esperar respuesta.
Pedro Armando Junco
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