Hace noventa años, cuando un huracán devastador destruyó al poblado Santa Cruz del Sur, Cuba se hallaba en plena crisis económica bajo la dictadura de Gerardo Machado; sin embargo, diferentes instituciones tanto públicas como privadas, dieron refugio a gran parte de los mil quinientos sobrevivientes que habían perdido sus hogares y sus bienes. El edificio La Popular -actual Centro de Convenciones conocido como Santa Cecilia-, la Colonia Española -hoy hospital Pediátrico- y otros sitios más, abrieron sus puertas de inmediato a los más necesitados.
Aquel gobierno, hoy satanizado por la historia, y que estaba bloqueado no por la Ley Helms-Burton, sino por la crisis económica norteamericana, el rechazo internacional de las democracias y una oposición mayoritaria dentro de la isla, sacó fuerzas y recursos suficientes para albergar, curar enfermos y lesionados, y prestar cualquier tipo de ayuda necesaria a las víctimas del meteoro.
Santa Cruz del Sur recibió, además, el apoyo de la prensa nacional; y da fe de ello la visita de Mariblanca Sabas Alomá, destacada periodista de la capital, que se dedicó a hacer entrevistas a bordo del tren de auxilio que trasladaba a los sobrevivientes hasta la capital de la provincia.
Tampoco debemos pasar por alto la visita del general Machado y sus ministros al desdichado pueblo solo unos días después del desastre, y sus paquetes de ayuda, entre los que se destacan las 80 casas otorgadas de forma gratuita a damnificados, inmuebles que en su mayoría, después de 90 años se mantienen en perfecto estado de conservación.
Casi un siglo después, la parte más oriental de Cuba -sobre todo la ciudad de Camagüey, porque es la que conozco de primera mano- ha sufrido un ciclón sin ráfagas de viento, pero con un potencial de aguas increíble, que ha dejado a muchas personas sin hogar ni recursos económicos para salir de la inopia.
Si a tanto infortunio le sumamos la cantidad de mendigos y alcohólicos que deambulan y proliferan cada día más en Camagüey, y pretendiéramos establecer un paralelo con el desastre de Santa Cruz del Sur de hace 90 años, son unas cuantas las facetas que conjugarían los dos momentos crípticos de la ciudadanía. Y sin escarbar demasiado en los detalles -y el que tenga entendimiento, entienda-, viene a mi mente un cuestionamiento:
¿El actual presidente de este país será capaz de abrir a los afectados por las inundaciones, el edificio Santa Cecilia, las sedes de instituciones políticas y culturales, o los hoteles para darles refugio hasta tanto tengan solución sus problemas?
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