viernes, 31 de mayo de 2024

Propuesta de diálogo



Cuando converso con personas conocidas o no, aún poniendo al margen nuestro derecho a la libertad, todos coincidimos en nunca haber imaginado un estado caótico como el que se vive en estos momentos.
Nos quejábamos, es cierto, de la mísera alimentación, de la escasez de agua, de la falta de medicamentos, del quiebre  del transporte; sólo los analíticos se percataban de las consecuencias que traería el desequilibrio monetario del mal llamado reordenamiento, que robó a la cara tantos años de ahorros y austeridad de los trabajadores...

Pero hasta el más necesitado mantenía en casa su hornillita eléctrica para cocinar lo que aparecía por ahí luego de agotada la cuota básica que, dicho sea de paso,  se distribuía religiosamente todos los primeros días de cada mes.
 A nadie le faltaba, aunque fuera, un ventiladorcito ruso con que refrescar un poco su cama por las noches en nuestro eterno verano.

Sin embargo, el colapso eléctrico total que está a las puertas, nos abocaría a situaciones tan extremas, que ningún analista será capaz de predecir. Los hogares con enfermos encamados o con niños pequeños; los hospitales sin recursos de urgencias; la improductividad generalizada que se sumará a todas las carencias vitales de la población, puede llevar la mendicidad extrema de muchos ciudadanos al suicidio, al asalto,  la violencia, que terminaría en el estallido social sin precedentes de una Tianamén nacional, la anarquía de Haití o, hasta quizás, un ajuste de cuenta a lo rumano.

Por eso, ante la destrucción y ruina de las estructuras del sistema de gobierno, hago un llamado a la presidencia del país para conversar con el pueblo, que es a fin de cuentas la contraparte afectada.
Este acuerdo no admitirá cómo se quedarían al frente del gobierno para solucionar los problemas, sino cómo se irían, pacíficamente, para que nosotros, el pueblo, los resolvamos.

¿Por quién doblan las campanas?


Ahora, cuando el obispo de Camagüey prohíbe al párroco de Esmeralda tocar treinta campanadas al cortar la electricidad, recuerdo aquel pasaje del evangelio en el que Jesús, acosado por los fariseos, respondió la malintencionada pregunta: "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Sin embargo, de poco sirvió la cautela del Maestro cuando lo llevaron ante el gobernador para que decidiera su destino: el representante de Roma, a sabiendas de la injusticia que cometía, se lavó las manos. Y así ha pasado a la historia.

Creo, obispo Willy, que no es el momento de lavarse las manos como Poncio Pilatos. Porque esa postura de fingida neutralidad de la iglesia, lejos de beneficiar a la ciudadanía que sufre los insoportables apagones, pone en peligro, incluso, la integridad física de este ejemplar sacerdote. 

Su iniciativa, tan cristiana como pacifista y justa, que debería servir de ejemplo para los extremistas de uno u otro bando, representan el clamoroso llamado de todo un pueblo adolorido en la única voz costestataria permitida: la iglesia cristiana. Y, ¿puede usted asegurarme que en esta ocasión el portavoz de Jesús no sea el padre Alberto Reyes, en su último intento por salvar a la nación cubana de un caos como el de Haití o de los gazatíes?

El compromiso de la iglesia ha de ser siempre con el pueblo que la sigue y nunca con el régimen que intenta manipularla. 
Permítase a todas las iglesias de Cuba redoblar sus campanas en representación del pueblo y luego preguntemos. La respuesta será a lo hemingwayano:
¡Están doblando por ti!

sábado, 18 de mayo de 2024

Huérfanos de hijos


Al hijo de Miguel le ha llegado el parole. Se lo puso el hermano, para él y su esposa Antonia. Ellos son dos jóvenes médicos que sólo ven futuro fuera del país, porque, según dicen, "en Cuba no vale la pena ni ser médico".
Ambos son hijos únicos, sobre todo Antonia, porque el viejo Miguel sí tiene otro, que es el que desde allá está tratando de "salvar" a su hermano. 

Miguelito promete al papá multiplicar la ayuda que reciben desde Estados Unidos. El padre asiente resignado, agacha el rostro y traga las húmedas palabras, sin mirarme a los ojos cuando lo cuenta.
Está viejo y enfermo. Vive en el quinto piso de un multifamiliar, junto a Mariza su mujer, y a su perrita Lía, una pequinesa muy simpática:
"Ella me quiere con la vida. Nada más olfatea cuando subo la escalera y ladra y salta de alegría porque yo soy lo más grande para ella", dice con un nudo en la garganta, y carga y besa con ternura a su fiel animalito.
Mariza, su mujer, no dice nada. Hay madres así, más bravas que nosotros, pues se comen la congoja en silencio, como si el dolor les supiera a manjar de fin de año. 

Pero la mamá de Antonia sí se desbocó con su hija, según Miguel comenta. "Le ha plantado la soledad en que los deja. Y le recrimina esa determinación egoísta, que se ha hecho viral en los hijos de las familias cubanas".
Y es allí donde las razones se atragantan: porque abandonar padres ancianos en este desierto lastimoso, es tan deplorable como sacrificar la vida joven bajo una esclavitud feudal dirigida por castas oligárquicas.
Lo cierto es que cuando llega una parole, es como haber ganado la lotería. La aspiración del cubano de hoy ha trastocado por completo los niveles morales de una lógica responsabilidad familiar, pues se considera premio esta deportación enmascarada.
La razón, no sé quienes la tengan, pero la culpabilidad de esta crisis humanista que desintegra a la nación cubana, está clarísima y lista para ser escrita en los libros de historia.


BENDITAS SEAN LAS MADRES

Cuando alguien me pregunta por qué soy feminista, siempre tengo muchas razones que exponer, pero la principal de todas es que los primeros nueve meses de mi existencia estuve dentro del vientre de una mujer. Y por si fuera poco, luego de haberme alimentado allá dentro con su savia, continué haciéndolo desde la lactancia hasta siempre. 

Mujer es la maravilla de Dios. Y es que mujer, además de madre, también representa la belleza física suprema, la ternura mayor, la generosidad desbordada del género humano. Nuestras mujeres son, en la vorágine del mundo, la fragancia de una flor en medio de la selva y el pantano. 

Cuando una mujer se percata que ha concebido una criatura en su vientre, siente que ese pedazo es suyo y nada ni nadie puede arrebatárselo. Entonces se sacraliza y se convierte en madre. 

¿Cuál de nosotros, enfermo, habría preferido otra compañía que la de nuestra madre en la cabecera? ¿Quién de nosotros sería capaz de confesar el más comprometedor de los secretos a otros oídos que no sean los de nuestra progenitora? ¿Qué madre dudará donar un órgano de su cuerpo, incluso el corazón, para salvar la vida de su hijo? 

Y en cuestión de política, si los gobiernos estuvieran dirigidos por mujeres, quizás hubiera más espacios para el diálogo y el entendimiento, menos encarcelamientos injustos y, por supuesto, menos guerras, pues las mujeres aquilatan como suyo el dolor ajeno y se negarían a propiciar que otras madres pierdan a sus hijos. 

Por eso celebramos el día de hoy a todas las madres del mundo, pero sobre todo a aquellas que en Cuba padecen por sus hijos en el presidio político. Benditas sean.

CUBA: ENTRE EL APAGÓN Y EL ESTALLIDO

A los problemas con el agua, el transporte, los medicamentos y la alimentación en Cuba pueden sobrevivir quienes reciben dinero desde el exterior o mantienen negocios particulares. 

Sin embargo, la falta de electricidad es punto y aparte a la hora de buscar alternativas de escape al desmoronamiento social que se está viviendo. Los apagones detienen o desajustan el desarrollo cotidiano, desde la educación y la salud públicas, hasta los pequeños negocios, afectando a todos independientemente de la fuente de supervivencia de cada cual. 

El fallo eléctrico no se resuelve con dinero, ni se compra en Revolico, ni se le escamotea al cliente necesitado. El apagón pega fuertemente a la población de a pie, y el régimen, temeroso del inminente estallido social, se cuida de no exportar demasiado el problema a La Habana. 

No obstante, el problema persiste: el estado no tiene cómo resolver esta situación ni a corto ni a mediano plazo, porque la infraestructura de generación eléctrica en Cuba necesita una inversión millonaria y Cuba no tiene a quien pedirlo. 

El propio Díaz-Canel, de vuelta de su viajecito a Rusia, aceptó que vivimos una situación de "emergencia energética". Mientras tanto, el país se derrumba... 

¿Será que otro 11 de julio está a la puerta?

ÁNGELES

María Isabel, mi vecina de enfrente, iba todos los veranos a España junto a su esposo Paco y regresaba con el dinero suficiente para un nivel de vida imposible de alcanzar en Cuba sin ese sacrificio. 

Pero esta vez Paco se fue solo. Ella ha preferido cuidar de su progenitor octogenario. Para María Isabel no hay oferta económica en el mundo capaz de hacerla abandonar su condición de hija. 

En el edificio aledaño a mi casa vive la doctora Elizabeth. Cuando sus padres, ya muy ancianitos no podían estar solos, los trasladó a su estrecho apartamento y permitió a otro familiar quedarse con la casa de los viejos. Más importante que heredar una vivienda es para ella el cuido de quienes le dieron la existencia. 

Allá por el reparto La Vigía vive la doctora Noris, la oftalmóloga que me atiende, hija de quien fuera mi maestro, que acaba de cumplir 101 años. Hay que visitar esa casa y adentrarse en su manejo para darse cuenta del sacrificio de esta mujer que, luego de cumplir con su trabajo, dedica con esmero y ternura el resto de su tiempo a atender a su padre. 

Escribo esto porque las excepciones llaman más al análisis que la generalidad del entorno. Y en la difícil temática de los tantos viejecitos que padecen abandono por la emigración en Cuba, es bueno señalar, aunque a muchos les duela, que la ancianidad en mi país sufre sus peores momentos. 

Tengo otros vecinos octogenarios, acaso tan necesitados o más que estos, que bendicen el nombre de sus hijos cuando les mandan desde allá las remesas para sobrevivir. Son incapaces de quejarse y, por el contrario, se muestran satisfechos de la ayuda que reciben, aunque su corazón se deshaga en pedazos, añorando la mano que acaricia la frente, los labios que besan la mejilla, la mirada que aupa el espíritu. 

Y yo que he sido tan escéptico ya no dudo que los ángeles existan, porque cuando miro a profundidad a estas tres amigas que tanto aprecio —quizás sea una ilusión óptica por las cataratas que padezco— les veo detrás de sus espaldas algo así como el aletear de las palomas.

domingo, 28 de abril de 2024

OTRO DE LOS OLVIDADOS


En Camagüey, muy pocos se percatan al cruzar por la calle Astilleros, de un anciano raído por la vida y las dificultades, sentado en algún quicio en la acera de enfrente o a la salida de su casa, con ropas poco elegantes y en chancletas, que saca bocanadas a un cabo de tabaco. 

Su modesta vivienda, a la que accede por un pasillo estrecho —acaso la más pobre de la calle— la comparte con todo un familión de hijos, de nietos y Julia su esposa de años, tan anciana como él. 

Este hombre es Félix Londres Rodríguez, de 93 años, natural de Baracoa, excapitán retirado de la columna 18 del Segundo Frente Oriental del Ejército Rebelde, comandada por Félix Pena. Descendiente de emigrantes jamaicanos, es un anciano humilde, simpático y conversador, que siente placer en contarme su historia: 

"Comencé en los grupitos de Acción y Sabotaje que operaban en Baracoa, Moa y otros lugares. Pero cuando mataron a Frank País tuve que alzarme. 

"En la columna del comandante Félix Pena alcancé los grados de primer teniente. Él era un jefe muy justo y bueno con la tropa; pero tuvo no sé qué problema con Fidel sobre unos aviadores que él absolvió en un juicio, y después de la discusión y esas cosas, me contaron, salió de la reunión, se bebió una cerveza y se metió un pistoletazo. Ya del comandante Félix Pena nadie se acuerda, ni nadie lo menciona". 

Después del triunfo y su comandante fallecido, Félix Londres vino para Camagüey con grados de capitán. En 1964 se incorporó a la agricultura como machetero durante 12 zafras. Luego trabajó de custodio en un taller agropecuario hasta que, "cuando la escoria" —así llama él a la crisis de la embajada del Perú—, lo jubilaron con 118 pesos. 

Su retiro actual es de 3000 pesos, algo menos de 10 dólares al mes. Sin embargo, no se queja; soporta con estoicismo su miseria en ese limbo de resignación perpetua que envuelve todavía a millones de cubanos. Y si alguien le pregunta responde: 

"Aquí me ves, sentado, a la espera de tiempos mejores".