En Camagüey, muy pocos se percatan al cruzar por la calle Astilleros, de un anciano raído por la vida y las dificultades, sentado en algún quicio en la acera de enfrente o a la salida de su casa, con ropas poco elegantes y en chancletas, que saca bocanadas a un cabo de tabaco.
Su modesta vivienda, a la que accede por un pasillo estrecho —acaso la más pobre de la calle— la comparte con todo un familión de hijos, de nietos y Julia su esposa de años, tan anciana como él.
Este hombre es Félix Londres Rodríguez, de 93 años, natural de Baracoa, excapitán retirado de la columna 18 del Segundo Frente Oriental del Ejército Rebelde, comandada por Félix Pena. Descendiente de emigrantes jamaicanos, es un anciano humilde, simpático y conversador, que siente placer en contarme su historia:
"Comencé en los grupitos de Acción y Sabotaje que operaban en Baracoa, Moa y otros lugares. Pero cuando mataron a Frank País tuve que alzarme.
"En la columna del comandante Félix Pena alcancé los grados de primer teniente. Él era un jefe muy justo y bueno con la tropa; pero tuvo no sé qué problema con Fidel sobre unos aviadores que él absolvió en un juicio, y después de la discusión y esas cosas, me contaron, salió de la reunión, se bebió una cerveza y se metió un pistoletazo. Ya del comandante Félix Pena nadie se acuerda, ni nadie lo menciona".
Después del triunfo y su comandante fallecido, Félix Londres vino para Camagüey con grados de capitán. En 1964 se incorporó a la agricultura como machetero durante 12 zafras. Luego trabajó de custodio en un taller agropecuario hasta que, "cuando la escoria" —así llama él a la crisis de la embajada del Perú—, lo jubilaron con 118 pesos.
Su retiro actual es de 3000 pesos, algo menos de 10 dólares al mes. Sin embargo, no se queja; soporta con estoicismo su miseria en ese limbo de resignación perpetua que envuelve todavía a millones de cubanos. Y si alguien le pregunta responde:
"Aquí me ves, sentado, a la espera de tiempos mejores".
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