jueves, 25 de febrero de 2021

Patriay vida

Un amigo alquimista me explicó que el cloro y el sodio son dos sustancias muy dañinas al cuerpo humano; cada una de ellas, por su parte, puede producir la muerte a quien las ingiera. Sin embargo, cuando ambos elementos se fusionan, conforman las moléculas cloruro de sodio –que no es más que la sal común–, y sirven hasta para medicina.

Me lo dijo riendo y, como es natural, llevó la conversación hasta lo más actual de las polémicas sociales. No hizo falta una interpretación más subjetiva para comparar la mezcla de las dos sustancias ya citadas con la popularizada canción "Patria y vida".

Y eso es, según el criterio de este amigo químico, lo que ha sucedido en esta confluencia de dos fuerzas contrapuestas por la dirección del gobierno durante sesenta y dos años, para dividir y manejar ambas a su antojo: a un lado los artistas e intelectuales, y la muchedumbre populista del otro.

Al primer grupo se le echó el lazo al cuello desde las amenazantes "Palabras a los Intelectuales" con la aplastante marginación de muchos de los mejores y la facilitación de ciertas vías, cargos o prebendas a los que aceptaran gritar el "Patria o Muerte"; al otro grupo, más nutrido y menos reflexivo, al cubano popular y de la calle, se le engatusó con las repetidas arengas Goebbelianas de que esta revolución era de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y de esa astuta manera se les mantuvo a cierta distancia y separación muy sutil, desinformándoles para que no piensen, y dándoles el bocado a su modo, listo para tragar: así los primeros, por miedo y acomodamiento, y los otros por carencia de formalismo y disciplina en una nueva era, no sintieron la marginación social a la que se les sometía.

Pero resultó que unos mulatos de la calle han logrado una mutación no esperada: realizan performances, declaman poemas, cantan y bailan casi al desnudo en plena vía pública, gritan palabras obscenas –a veces absurdas y contraproducentes, como decir que su presidente es Trump– y hasta se cubren con la bandera de la Patria en la taza del baño. Y la dirección del país, asustada por el surgimiento de esta novedad, aprovecha a catalogarlos como elementos vulgares, cuando en realidad mucho de ese desmantelamiento moral que intentan imputarles, es el resultado de dos generaciones de cultura y decencia nacional adulterada.

Vino el 27 de noviembre: fue el abrazo de una intelectualidad reprimida en defensa de unos jóvenes valientes. No primó la categoría, sino la simbiosis del "¡Basta ya!". No fructificó el esfuerzo, pero no se apagó la llama. Luego el 27 de enero y el manotazo vulgar de un ministro. El mundo a la expectativa por los medios y Brunito asegurando en Ginebra que en Cuba se respetan los derechos humanos.

Para colofón, ahora "Patria y Vida", la amalgama de notoriedad artística y jóvenes reguetoneros descamisados. Y se consigue la fusión. Seamos optimistas.   

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