miércoles, 24 de marzo de 2021

Asuntos a resolver


Cuando profundizamos en la idea del camino a tomar por la Oposición Cubana, aparecen algunos escollos que limar. Y hasta resulta arriesgado emitir un criterio propio, porque siempre habrá dentro de las mismas filas contestatarias quien se considere señalado, se ofenda y hasta nos colme de diatribas.

Pero es necesario hacerlo por el bien de todos, incluyendo aquellos que nos saldrán al paso. Y esa es, precisamente, la primera úlcera a indicar: el enfrentamiento virulento tan común entre los de similar propósito por una Cuba libre, en cuestiones incluso irrelevantes, manchando la imagen del compañero que enfrenta al mismo adversario. Hasta parece asunto de niños malcriados eso de sacar los "trapitos sucios" del que deberían apoyar a toda costa en público y esperar hasta un mejor momento para, en privado, discutir y resolver las diferencias de criterios.

Hay normas enemigas que estos querellantes deberían tomar en cuenta y hasta poner en práctica; una de las más importantes es la de nunca desacreditar al que milita en la misma trinchera y, por supuesto, no regalar al enemigo la oportunidad de sacar provecho de tal debilidad, pues esa consigna está implícita en el manual maquiavélico que el propio oficialismo practica y le resulta ventajosa: "divide y vencerás". Cuando el imbécil manotazo de Elpidio Alonso el 27 de enero arrancó el teléfono al joven opositor, la reprimenda recibida por él desde los mandos superiores debió haber sido enorme. Pero el responso se manejó a puerta cerrada, frente a la publicidad halagos y honores al cuatrero.  

 

Otro gran lunar en las huestes disidentes son las obscenidades, tanto verbales como escritas. José Martí nos dejó como premisa:

"¿Quién con injurias convence?

¿Quién con epítetos labra?

Vence el amor. La palabra

Solo cuando justa, vence".

Lanzar improperios, lejos de agolpar fuerzas a una idea, la debilitan. Cierto es que a veces determinadas acciones nos pretenden sacar, desde lo más íntimo, esos vocablos duros y quisiéramos lanzarlos como dardos envenenados a quienes se los merecen; pero es preciso retenerlos en la lengua y masticarlos tres veces antes de tragarlos, porque eso es lo que quisiera el enemigo: sacarnos de casillas.

Resistirnos a una detención, por arbitraria que sea, es otorgar el derecho a que se nos acuse de rebeldía, de resistencia a la autoridad, a lo que se les ocurra elegir del código penal cubano vigente. Si vienen a buscarnos detenidos, pues vayamos sin resistencia, que esa actitud lejos de enardecerlos los debilita moralmente. A fin de cuentas tendrán que soltarnos.

En esta batalla de ideas debemos ser nosotros los que saquemos al solar el oficialismo, como fueron los casos de las ridiculeces echadas al aire por el Noticiero Nacional mediante algún portavoz eventual, el ya citado manotazo del Ministro de Cultura y hasta conseguir que se vistiera de bufón el Presidente.

Estos desesperados intentos por desacreditar los movimientos opositores pacíficos han colocado a la dirección del país en posición tan desventajosa, que en el intento por enfrentarlos se ridiculizan. Podemos hasta parafrasear a Cervantes: "Ladran, Sancho, es señal de que cabalgamos".

 

Otro aspecto a señalar es el pecado de la desunión. No es el caso tratado más arriba, sino la dispersión de las fuerzas contestatarias. Resulta apremiante crear un bloque opositor homogéneo, inclusivo de todas las organizaciones que luchan por un cambio de régimen en Cuba; aglutinar las fuerzas en un solo partido, con objetivo único, donde converjan, en noble armonía, las ideas de los diferentes líderes.

Mientras unos halen para allá y otros para acá, se desgasten inculpándose mutuamente, y el lenguaje obsceno y la vulgaridad sean caldo de cultivo para la crítica oficial, nadaremos en un mar sin playas a las que arribar. Pero el día que todo el pueblo se ilustre gracias a estos nuevos medios de información que ahora no nos pueden bloquear, la pirámide de arena del absolutismo se desmoronará y alcanzaremos la libertad.

 

Pedro Armando Junco

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