Si estoy más húmeda ya
que los terrenos en junio.
Fórmula Divina
(Obra de teatro, inédita, del autor)
Otra vez el junio de los intensos aguaceros, los truenos inquietantes y los calores difíciles… junio es el más pródigo de los meses de lluvia, como si supiera que su amante tierra está ávida de polución para una preñez efectiva. Apenas mayo culmina la apertura acuática, aparece junio con la mágica obra de la primavera.
Pero este año no parece junio el visitante de antaño, con sus carnavales sanjuaneros, sus pródigos tamales y la feraz cosecha agrícola a que nos tiene acostumbrados. Se suspende por segunda vez la fiesta tradicional debido a la pandemia; y en esta ocasión, por no flojear su cuerda, la Covid multiplica su veneno y enferma y mata a diario un sinnúmero de personas cada día mayor, pues como ya son tantas las mentiras que suelta el gobierno por los medios, que hasta el Doctor Durán –a quien todo el pueblo llegó a amar con sus informaciones diarias– se nos parece a un muñequito reproductor de datos alterados.
A la escasez de todo producto higiénico indispensable para vivir a un nivel decoroso, al hambre generalizada, a la falta de medicamentos, a la impunidad de los atracadores que se aprovechan de la necesidad del más necesitado, ahora se suma el absurdo estatal de cerrar las principales calles de la ciudad, incrementando el tránsito en las pocas vías que permanecen abiertas y, para colofón del desastre, el derrame pestilente en los alcantarillados tupidos por la lluvia, sacando a la superficie hasta los excrementos subterráneos.
Por eso, este junio de ahora, mi preferido de los meses del año, representa al viejo orate descalzo y harapiento que todas las tardes pasa frente a mi casa para hurgar en el tanque de la basura, mientras entona una canción romántica de Roberto Carlos y se marcha bailando y sonriendo en la voluptuosidad de su locura.
Pedro Armando Junco
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