viernes, 23 de septiembre de 2022

Referendo sobre Código de familia


El próximo 25 de septiembre tendrá lugar en Cuba un referendo nacional; una consulta del gobierno con el pueblo. Y resulta paradójico, cuando en este país no se permite ni la más mínima discrepancia con el régimen. Sin embargo, una de las principales razones de esta convocatoria es dar al mundo la notificación de que el gobierno le permite al pueblo elegir, aunque sea, un código familiar.

¿Qué sea una pelea "de león para mono" frente a quienes lo desaprueben? ¡Claro que sí! El sistema tiene en sus manos el monopolio de los medios de difusión, a pesar de que ahora las redes sociales le hacen un pequeñísimo, pero "dañino" contrapeso con su tendencia al rechazo.

Mientras el oficialismo responde en bloque para su aprobación, y ha desatado toda su maquinaria propagandística, lo ayuda aún más que los oponentes comienzan divididos en dos grupos: unos a votar NO y otros a no asistir a las urnas en señal de protesta. Eso los fracciona ante el deseo de invalidar un documento claramente fabricado en las más altas esferas del poder, con el propósito de restar aún más los derechos individuales de la ciudadanía, como establece en el caso de los padres para con los hijos.

Pero el régimen no solo tiene la ventaja de la fragmentación de los que van por el NO o simplemente se nieguen a votar, sino les queda aún el recurso de anular las boletas erróneamente marcadas o sobrescritas con frases difamatorias debido a la ira de una población cansada de tanto yugo; por si esto fuera poco todavía, les queda el carril del secretismo al contar los sufragios y, como último recurso, el "va porque me da la gana".

Y es allí donde se nos pierde el verdadero y disimulado objetivo oficialista. Porque la ingenuidad poblacional centra su atención en la lucha por los derechos de los homosexuales, al que pocos se oponen cuando recuerdan con tristeza infinita los maltratos sufridos por estos en los años sesenta, recluidos como antisociales en campamentos de las UMAP, o en la crisis de la embajada del Perú en 1980, la vez que los buscaban a sus casas y los deportaban por Mariel llamándolos escoria. Esa es la cortina de humo para seguir castrando el remanente de otros derechos intrínsecos en nuestro desarrollo cultural que todavía subsisten, y que son insoportables al sistema.     

Pero, a mi entender, este andamiaje teatral del plebiscito tiene como propósito supremo, más allá de cuantas conjeturas nos hagamos, eclipsar en la mente del ciudadano de a pie las carencias que por días se le agudizan más y, como aquel que zozobra en marisma sin fondo, quedar finalmente sepultado en el silencio de un paria miserable.

Si quieren mi opinión: yo votaré NO, grande y con tinta y esperaré a ver el escrutinio al cierre de las urnas.

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