sábado, 18 de febrero de 2023

CRÓNICA DE AÑO NUEVO

En una casilla de vender carne de cerdo vi que quedaba un trozo de costillas acosado por moscas que se expendía a $380 la libra. Era ya tarde y nadie lo había comprado: era el resultado del equilibrio entre la necesidad y el poder adquisitivo. Porque, aunque no es lo mismo la comida cara a que no haya comida, un hecho como este demuestra una vez más que los precios son el lenguaje de la economía y que una inflación sin límites es capaz de sembrar el hambre en un pueblo.
Esta concatenación llamada miseria trae consigo no solo la desidia poblacional, la inercia individual, la inoperancia, sino además, una corrupción generalizada y galopante. Por eso no es extraño ver a un bicicletero por las calles pregonando diminutas papas de semilla a más de $100 por libra, a sabiendas de que es un producto robado, como a un apuntador de bolitas hacer lo mismo, seguros de que ninguna autoridad se va a meter con ellos.
Esto sucede porque no hay autoridad superior que lleve al régimen cubano a combatir a los infractores, debido a que este mantiene una competencia paralela en la elevación de los precios en sus placitas, sus bodegas y sus establecimientos en general, aunque tenga suficiente poder para tomar partido legal ante el desparpajo de los depredadores callejeros cada día más proliferantes. Pero desde él nace la corrupción.
El resultado es obvio: mientras el régimen mantenga su monopolio a los productores privados, cada vez habrá menos deseos de producir. ¿Cómo se entiende que el estado venda carne de res a $220 la libra con grasa y hueso y al campesino que produjo el animal se le liquide en pie a solo $17? Sería bueno preguntarle al pescador de nuestras costas a cómo le líquida el estado cubano la libra de pargo o de cubera que luego expende a la población a casi $200.
Mientras esto sucede, el cubano ya sea bodeguero, expendedor de cualquier producto o simple custodio y quizás hasta policía, se lanza a la lucha diaria sin otra aspiración que salvar el día. Porque los horizontes más propicios están allende el mar y no en los intereses por cambiar de régimen. Los que soñábamos con que este 2023 traería cambios positivos, al menos en la alimentación del pueblo, estamos a punto del desengaño: se nos marchó enero, ya estamos en la mitad de febrero, y la miseria sigue in crescendo.

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