Ansiedad, expectativa, diversidad de opiniones es el resultado de la remodelación del casco histórico en la ciudad de Camagüey.
Todos a la espera de
positivos resultados, porque el día 2 de febrero de 2014, supuestamente, según
los historiadores, nuestra ciudad cumplirá medio milenio.
No pienso sea el momento
para discutir por qué Camagüey es más antiguo que Santiago de Cuba, ni tampoco
el por qué la Oficina
del Historiador se empecina en retrotraer como su nombre la media docena de
palabras que los colonizadores endilgaron a mi ciudad, cuando nuestros mambises
lo cortaron de un paraguayazo y lo sustituyeron por el actual, en homenaje a un
cacique autóctono de estas tierras más allá de los 500 años que hoy pretendemos
celebrar.
El asunto que hoy me
ocupa y me preocupa es Willy, el joven arquitecto –más que arquitecto, talentoso artista –que
diseñó hace solo unos años la remodelación de la calle Maceo y que ha tenido a
cargo ahora el rediseño de la
Plaza de la
Merced, conocida actualmente como Plaza de los Trabajadores.
Hace solo unos días, en
la sala de navegación de la
UNEAC, quisimos matar a Willy. Yo fui uno de los complotados.
Pero no se asuste. No fue un intento de asesinato como el ocurrido
recientemente con el boxeador de la
Cruz, sino un asesinato verbal.
La Plaza de los Trabajadores
estaba recién asfaltada antes de la orden de llevar a cabo este proyecto de
Willy. Era el lugar idóneo de parqueo del centro financiero provincial, así
como para muchos usuarios esporádicos que aparcaban allí sus vehículos. Era la
sede de innumerables eventos culturales al aire libre, sobre todo cuando
visitaban la ciudad artistas de renombre nacional. Y, sobre todo, vértice de
partida radial hacia los lugares más concurridos por la población urbana local
y punto de referencia para los turistas visitantes.
De pronto aparece el
proyecto de Willy y desmantelan toda el área. Solo respetan el ceibo viejo y
enfermo que milagrosamente ha sobrevivido. Todo el pueblo espera algo parecido
a lo de la calle Maceo, a pesar de la dolorosa eliminación del asfalto nuevo y
el parqueo en la Plaza.
Ante mi crítica, Willy asegura que los carros dañan con
vibraciones los edificios y contaminan el medioambiente con emanaciones de gas
carbónico. Agrega, además, que las grandes ciudades del orbe solo permiten el
tránsito a pie por sus lugares históricos.
Pero hoy, a solo unas
horas del 500 cumpleaños de Santa María del Puerto del Príncipe, causa
principal de esta remodelación, la
Plaza de los Trabajadores presenta un piso de bloques
rústicos y adoquines rescatados quién sabe de dónde, poco curiosamente
acomodados, dejando mucho que desear a lo esperado. Ya poetas anónimos han
bautizado a la nueva plaza, por su descuidada terminación, como “Plaza de los
Tropezones” o "Las Líneas de Nazca" por la necesidad de observar la supuesta belleza de su construcción desde un elicóptero o un rascacielos.
La tarde en que quisimos
matar a Willy por el pésimo aspecto de este sitio en el cual olvidaron
construir urinarios para sustituir el callejoncito Mojarrieta, él se disculpó
explicando que su proyecto original fue más artístico. Pero que luego llegaba
un directivo de Patrimonio, o de Monumento, o de la Oficina del
Historiador y lo cambiaba todo “por esto
o por lo otro”, desoyendo sus opiniones.
Y yo le creo. Porque,
desdichadamente, algunos de nuestros dirigentes no tienen en cuenta para nada
la opinión ajena, venga de un simple ciudadano o de un arquitecto estelar.
Parece ser que su propósito solo fuera cambiarlo todo para que todo continúe
igual… o peor. Mantener en movimiento la noria de la inercia para que la
creatividad y el desarrollo no dañen el estatus
quo del inmovilismo.
El ejemplo más
expositivo de la poca importancia que los que todo lo deciden sienten por el
pueblo, es el cierre, frente al parque Agramonte, de la calle Martí. Allí se ha
instalado Café Ciudad para los extranjeros. En divisas. Moneda a la que no
tiene acceso el bolsillo del cubano de a pie, el cubano obrero, el cubano para
quien se hizo esta Revolución.
Por eso pensamos que es penoso
el derroche de recursos llevado a cabo en muchos sitios, requiriendo reparación
de urgencia tantas calles en pésimo estado. Derroche de materiales, mano de
obra, tiempo vital.
Debo
reconocer que las obras hidráulicas, telefónicas y eléctricas que se están
llevando a término sí son dignas de mérito y encomio. Pero esa locura de
acometer tantas remodelaciones a un mismo tiempo, muchas de ellas solo con la
finalidad de atraer la atención turística y no el mejoramiento de confort y
viabilidad para el pueblo de Camagüey, es un gran fiasco. Ignorar que al pueblo
no lo constituyen solo las edificaciones, sino sus habitantes, es una muestra
más de marginación al ciudadano común y corriente, tan necesitado de mejorías
incuestionables en sus condiciones de vida.
Por todo esto pido la
absolución de Willy. No lo matemos. Es uno más de nosotros: uno de los bueyes
utilizados para romper el terreno donde otros, como Odiseo, sembrarán sal para evadir
responsabilidades y nunca esperar la cosecha.
Pedro
Armando Junco
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