A los problemas con el agua, el transporte, los medicamentos y la alimentación en Cuba pueden sobrevivir quienes reciben dinero desde el exterior o mantienen negocios particulares.
Sin embargo, la falta de electricidad es punto y aparte a la hora de buscar alternativas de escape al desmoronamiento social que se está viviendo. Los apagones detienen o desajustan el desarrollo cotidiano, desde la educación y la salud públicas, hasta los pequeños negocios, afectando a todos independientemente de la fuente de supervivencia de cada cual.
El fallo eléctrico no se resuelve con dinero, ni se compra en Revolico, ni se le escamotea al cliente necesitado. El apagón pega fuertemente a la población de a pie, y el régimen, temeroso del inminente estallido social, se cuida de no exportar demasiado el problema a La Habana.
No obstante, el problema persiste: el estado no tiene cómo resolver esta situación ni a corto ni a mediano plazo, porque la infraestructura de generación eléctrica en Cuba necesita una inversión millonaria y Cuba no tiene a quien pedirlo.
El propio Díaz-Canel, de vuelta de su viajecito a Rusia, aceptó que vivimos una situación de "emergencia energética". Mientras tanto, el país se derrumba...
¿Será que otro 11 de julio está a la puerta?
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