¿Cómo no permitir el atraque en puesto cubano a un buque de turistas
extranjeros infectado por el coronavirus?
¿Por qué cerrar la entrada de visitantes ultramarinos a nuestro país
si en ello va el éxito de nuestra economía?
Este mar de argumentaciones divisionistas que infectan a las redes,
impulsadas por elementos antisociales y xenófobos, deben ser
respondidas, reprendidas y hasta castigadas con severidad, puesto que
el altruismo de los cubanos no puede echarse por tierra en estos
momentos de crisis mundial.
Ante la disyuntiva de morirnos de hambre debido al cierre de la
riqueza que el turismo aporta al País y sucumbir en tendales por la
infección del siglo, la solución radica en esta última determinación.
Allá aquellos que dicen que Cuba puede autoabastecerse de alimentos
con solo permitir la libertad económica y dar por terminado el
monopolio estatal de los productos de primera necesidad: carne de res,
quesos, leche, incluyendo mariscos entre otros más.
¿De qué manera, si cerramos la entrada a los turistas, nuestros
dirigentes podrán llevar esa vida holgada y dispendiosa –que tan
merecidamente disfrutan– que vemos a diario en esas reuniones
televisadas donde se presentan ataviados de costosos trajes y
abdómenes ampliamente desarrollados?
Si en un país donde los jóvenes emigran en busca de oportunidades que
el gobierno les cierra con el eslogan de que "nadie puede hacerse
rico" y más de un veinte por ciento de la población es anciana, ¿por
qué no ha de venir bien una pandemia que nos lleve a los dos millones
de viejos mayores de sesenta años, cuando en Cuba hasta los velorios y
los entierros –incluyendo la caja de pino blanco– son gratuitos?
Gracias deberíamos dar por haber vivido sesenta años dentro de una
Revolución que nos enseñó a leer y escribir, que ofreció las consultas
médicas a todos por igual y que ahora, como colofón, nos invita al
entierro.
Allá aquellos críticos que aseguran la posibilidad de haber evitado la
tragedia por nuestra condición insular con solo haber cerrado los
puertos marítimos y aéreos. La dotación de cubanos sobrevivientes
continuará lista a pensar como País y dispuesta a dar su vida por la
Revolución y el socialismo.
Será la historia quien diga la última palabra.
Pedro Armando Junco
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