Según la prensa nacional –que no dice mentiras– el presidente Donald
Trump aconsejó públicamente inyecciones con desinfectantes y
exposición a rayos ultravioletas para combatir el coronavirus en
personas contagiadas.
Esto demuestra la genialidad de ese presidente: demuestra que el mundo
de hoy se halla en presencia de un líder indiscutible. Y debo
detenerme en la palabra LÍDER, porque esa categoría es exclusiva para
seres extraordinarios, fuera de serie, -algo así como ángeles o
extraterrestres– imposibles de alcanzar en sapiencia e iniciativas
propias.
Un líder lo sabe todo, lo intuye todo, se antepone a todo. Un líder es
capaz, si visita un proyecto espacial, de orientar y ordenar a los
científicos cómo ha de fabricarse la nave, qué características han de
tener los trajes de los cosmonautas y hasta el menor detalle en la
órbita que debe utilizarse. Si es en el campo de la medicina, como es
el que nos ocupa, el líder no puede quedarse callado escuchando el
criterio de los científicos y especialistas en la materia, sino está
obligado a dar el paso al frente en las orientaciones, brillar por
encima de ellos y demostrar una vez más que él, y solo él, es superior
a todo ser viviente y a todo problema.
Sin embargo, a veces aparecen sugerencias que, por muy líder que sea,
debe ser escuchar. Y aquí traigo las mías:
Preocupado como me hallo por su no posible reelección en noviembre a
causa de algún fiasco suyo ante la pandemia, quiero proponer al
presidente Trump en su ingente esfuerzo por destruir el virus Covid-19
con sustancias tóxicas dentro de la persona infectada, utilizar el
cianuro de hidrógeno, cuya característica especial es que impide al
oxígeno portado por los glóbulos rojos utilizarse como aceptor de
hidrógeno en el final de la cadena respiratoria intramitocondrial y,
como ya sabemos, se aloja en los pulmones, al estos cerrarse por la
acción del cianuro,el virus no tiene otra opción que joderse (dicho
en buen cubano). La contraindicación radica en que también el paciente
se muere, pero ya esto lo tiene previsto y contabilizado nuestro líder
en alrededor de unos pocos cientos de miles de víctimas fatales.
En política también puedo ofrecer mis granitos de arena con vista a
una futura reelección:
¿Por qué no entusiasma al pueblo en sembrar café alrededor de la
ciudad de Nueva York para evitar importarlo desde América del Sur y
asestar un golpe positivo en la economía del país? Existe una clase de
café inmune al sol llamado Caturra, que puedo recomendarlo, pues lo
utilizamos en Cuba hace ya mucho tiempo.
¿Por qué no ordena cruzar las razas bovinas de su país, ricas en
carnes, con vacas holandesas y crear así una cuenca similar a la
acuífera del Mississippi, que irrigaría leche a los cincuenta estados
de la Unión y se contarían montañas de queso y lagunazos de yogurt? A
los estados Alaska, Hawái y Puerto Rico, por estar separados de la
Unión, se enviaría la leche por correo electrónico.
¿Por qué no dar un golpe político maestro, ya cercano a las elecciones
si, simultáneamente al muro de contención de inmigrantes, se fomenta
una colosal brigada de desmonte con el nombre de un mártir, y se
arremete contra los vetustos secoyas californianos que ocupan desde la
época precolombina terrenos productivos necesarios en otras cosechas?
¡Esas son, señor presidente, algunas de las características que lo
perpatuarán como un verdadero líder y hará que su pueblo se
despostille las manos en aplaudirlo!
Luego de tales hazañas podrá contar con el apoyo incondicional de su
pueblo en la reelección. Y acto seguido, ya ganados sus próximos
cuatro años de mandato, ¿no tendrá a su favor el tiempo suficiente
para eliminar la incómoda e irritante libertad de prensa, declarada en
la primera enmienda, pero que no es más que un verdadero estorbo para
un líder? ¿Pasará por alto la oportunidad de derogar esa arcaica,
anacrónica y obsoleta Constitución de 233 años atrás, redactada por
unos viejos fundadores que nada tienen que ver con el pueblo
norteamericano de hoy, y redactar otra que lo nombre a usted
presidente vitalicio junto a su sistema de gobierno hasta la
eternidad?
No nos extrañemos, amigos míos. La historia camina en ascenso en forma
de espiral –bien nos lo enseña el marxismo–, y los líderes con sus
eventos propios, pero en alto porcentaje desbordado de características
análogas, cada cierto tiempo se repiten.
Pedro Armando Junco
No hay comentarios:
Publicar un comentario