"Nunca segundas partes fueron buenas" sentenció una vez Miguel de Cervantes. En aquella ocasión su modestia estuvo errada, pues el contexto de la frase se refería a la segunda parte de El Quijote, que resultó ser tan interesante como la primera. Sin embargo, la acertada sentencia cervantina da en el blanco una y otra vez, como es en el caso al que pretendo referirme.
La reunión del Parque Trillo, réplica oficialista a la iniciativa de los intelectuales y artistas que se plantaron frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre del pasado año, puso en ridículo tanto a los jóvenes allí citados con merienda gratis, como al Wamba de Ivanhoe que vistieron con la Enseña Nacional.
Ahora la iniciativa artística de una canción escapada a la censura pone a correr otra vez los ideólogos partidistas y ordenan componer el peor de los "churros" imaginables, no solo por la mala calidad de la música, la letra y los artistas que la representan, sino por no llevar implícito como la contestataria e instintiva que pretenden denigrar, el sentir de la mayoría del pueblo cubano.
Más de sesenta años enseñaron generaciones a optar por la muerte; quizás esa apocalíptica idea tenga mucho que ver con las decenas de miles que la alcanzaron en el mar escapando del régimen, la encontraron en guerras y guerrillas ajenas a la Patria y hasta frente a pelotones de fusilamiento. El sentir intrínseco de esa consigna no es más que el subterfugio absurdo de una idea suicida pues –¿para qué Patria si perdemos la vida?– la convierte en proposición anacrónica para un pueblo cansado ya de sufrir miseria, maltratos y ausencia de futuro.
¡Cesen los cabildeos diabólicos de la propaganda oficialista! Ábranse las talanqueras informativas a todos los criterios o, al menos, margínense en silencio y permitan al pueblo expresar ese flujo de intereses comunes que encierran solo dos palabras: Patria y Vida.
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