lunes, 20 de junio de 2022

¿QUÉ PASARÁ EN COLOMBIA?

Gustavo Petro acaba de ganar las elecciones en Colombia. Hay terror en la derecha colombiana y asombro en aquellos que pensaron que el ejemplo venezolano sería una vacuna efectiva contra el chavismo. De todos es conocido que el vencedor de los comicios fue, además de guerrillero, un fanático chavista.
Pero no. Acaba de ganar con más de once millones de votos en unas elecciones limpias, transparentes y pacíficas. Y, sobre todo, aupado por la juventud de ese pueblo.
Cierto es que el mayor peligro para las democracias latinoamericanas radica en la ingenuidad de sus votantes, porque asoman lobos disfrazados de pastores guardianes que, llegados al poder, devoran las libertades y el rico patrimonio de las economías, hasta terminar erradicando por completo los valores democráticos más auténticos.
Por eso no estaría de más para los políticos liberales de nuestro hemisferio, cuestionarse a sí mismos y realizar un estudio más realista del por qué los pueblos prefieren la izquierda en estos momentos, a despecho de los célebres fracasos económicos y falta de libertades que padecen Cuba, Venezuela y Nicaragua; de por qué surgen, incluso, en gobiernos tan importantes para la región como México y Argentina, ardientes defensores de estos sistemas fallidos.
Si es verdadero el dicho "siembre mediocridad y cosechará esclavos", yo no creo que esa tercera parte del pueblo colombiano viva enajenada de la realidad por completo; como tampoco le río el chiste negro a quien me dijo "los latinoamericanos no son vagos…, lo que les sucede es que no les gusta trabajar", porque esos mismos latinoamericanos, no hacen más que llegar a Estados Unidos, Canadá o Europa y crean riquezas que, dicho sea de paso, sirven para alimentar a los familiares que dejaron atrás.
Yo buscaría mejor otras razones. No se pueden ganar propuestas populistas de izquierda con un candidato opositor tan populista como aquel, para nada exento de lagunas políticas y legales, que tan solo contó con el carisma de sus años, su jocosidad y el frágil apoyo de los que temen que Colombia se convierta en una segunda Venezuela.
La izquierda del Foro de Sao Paulo y del socialismo del siglo XXI se las juega todas por ganar terreno; luego de fracasar por la fuerza, algunos han logrado alcanzar el poder mediante las urnas gracias a la democracia, para luego –los más osados- tratar de cambiar las reglas y acabar con ella.
Los partidos y políticos democráticos deberían autoanalizarse con mayor severidad y rigor, y preocuparse más por los pobres de sus tierras, pues siempre serán más, y es por mayoría como se eligen los presidentes en las verdaderas repúblicas.
Ahora queda esperar todo el próximo lustro para evaluar los logros y fracasos de Gustavo Petro, y saber si habrá continuidad o no de su partido Pacto Histórico –pues la constitución colombiana no permite la reelección presidencial–, y observar cómo, durante estos sesenta meses de gobierno que le han otorgado multitudinariamente, el nuevo presidente del país va incumpliendo promesas, multiplicando mentiras y, con la sutileza de un reptil, acaba con una de las más rancias democracias de Latinoamérica. Ojalá ni él mismo, ni Colombia, se lo permitan.

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