lunes, 23 de mayo de 2022

LOS VOLCANES DE NICARAGUA

Gran parte de la población cubana vive desinformada. Esta es la palabra que identifica a la perfección a esa gran masa que se queja, sin saber de quién se está quejando, hasta caer en la trampa de que la culpa es de Estados Unidos y del "Bloqueo".
Acoto que ser desinformado nada tiene que ver con ser bruto, ni mucho menos con ser iletrado o de baja escolaridad. La desinformación bien implementada, es el primordial abono de la ignorancia.
Este nutrido grupo poblacional no deja fuera ni a los profesionales del país; aunque debo reconocer que muchos de estos universitarios e intelectuales prefieren caminar como zombis dentro del grupo, con tal de conservar su relajamiento laboral y modestas prebendas, aún estando plenamente informados sobre la realidad del país, y sus causas. Así, con la doble moral que ha caracterizado al cubano medio actual, caminan dentro del rebaño en el más abyecto de los silencios: pero eso es cobardía.
Por eso quiero aprovechar la ocasión para contar el reciente encuentro que tuve con un profesional de la salud que, incapacitado de culpar al "Bloqueo" delante de mí, criticó a los que escapan del país en estampida con el pretexto de que van a conocer los volcanes de Nicaragua y luego arriesgan la vida al cruzar el río Bravo para, al fin, caer en los brazos del "Imperio", cuando aquí hasta la universidad se les ofrece gratis.
Lo dejé fluir, hasta que comenzó a quejarse de los carretilleros ambulantes.
–¡¿Tú sabes lo que es una libra de tomates a setenta pesos?!
Entonces le expliqué que la inflación causada por el "reordenamiento" económico, obligó al campesino a vender por "la izquierda" –pues la estatal Empresa de Acopio le hace pagos irrisorios y demorados– a un primer intermediario que paga el transporte y liquida en efectivo, a diez pesos la libra de tomate. Y este primer intermediario que compra al por mayor, descarga el producto en cualquier esquina céntrica de la ciudad a un segundo intermediario, cobrando el doble y obteniendo una suma igual que la del sacrificado cosechero. Este comprador del mercado, con un abultado costo de veinte pesos por libra y consciente de que se arriesga porque la mercancía puede deteriorarse si no hay rápida demanda, duplica el precio. Y es allí cuando aparece el miserable carretillero que solo alcanza a adquirir unas pocas libras para hacer su día, consciente también de que, si no las vende, pierde su inversión.
—Por eso te las ofrece a ti a setenta pesos— le dije.
–¡Pero es que mi salario del mes no da ni para un quintal de tomates! Yo soy un médico cirujano, un especialista que se sacrificó la juventud estudiando. Yo gano seis mil pesos mensuales. Y hasta ayer creí que había mejorado mi salario.
–Ahí quería llegar– le atajé. Eso que ganas durante un mes, divídelo entre 24 días laborables y el resultado vuelve a dividirlo entre ocho horas —yo sé que un profesional en Cuba no cobra horas extras aunque muchas veces las trabaje. Pero si ese resultado lo llevas a dólares, tomando en cuenta que se necesitan 115 pesos cubanos para comprar un dólar en estos momentos, verás que tu salario es de poco más de 27 centavos de dólar por hora. La libra de tomate cuesta sesenta y tres centavos solamente, pero tú necesitas no menos de tres horas en tu salón de operaciones para adquirirla. La culpa no es del carretillero, ni del vendedor del mercado, ni del transportista, y mucho menos del campesino que sudó la camisa.
Y terminé aclarándole:
–¿Sabes cuánto es el mínimo de los salarios en "el Imperio"?: más de cuarenta veces el tuyo. Esa es la razón por la cual la mayoría de nuestros jóvenes venden hasta su alma por visitar los volcanes de Nicaragua.

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