Mi pueblo tiene el baluarte de lo efímero.
No se arrodilla jamás ante el mañana siniestro
ni ha mirado hacia atrás para no convertirse en estatua de sal.
En la calle fulmina el nácar de las sonrisas juveniles
aunque los viejos desdentados apaguen la mirada.
Tenemos la virtud de lo pequeño
si bien nos revolcamos dentro del intestino grueso.
“¡Dame una jarra de cerveza y te hago un chiste erótico
no importa el estrago del estómago me impida realizarte el amor!”
“¿Para que la miopía si no tenemos espejuelos?”
Y la calle se nubla de personas diversas
blancos negros mulatos todos juntos
delicioso cóctel a lo cubano
sin rumbo hacia el mañana.
Y lo peor…
sin nubes en la frente.
Pedro Armando Junco
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