Es imposible exigir a una película fantástica, encasillada en un marco surrealista, onírico, irreal, que al sincretizar con la fantasía el problema social que aborda, lucre de capacidad suficiente en solo dos horas de duración para agrupar el tema de la generalidad cubana con todas sus aristas. Es por eso que no podemos ser tan incisivos a la hora de criticar la omisión de una capa social existente, que no es precisamente ni el disidente ni el antisocial: únicos elementos que aparecen y mueven la trama fílmica.
Luego de leer la crítica a este filme por ÉDGAR SOBERÓN TORCHÍA, coincido con él en que hubo algo de cobardía en eso:
…era un filme cobarde que hacía distinciones y no aludía a la dirigencia zombi, de la cual, peor aún, no había una sola imagen en el filme: nada de esa clase dominante que veo en 4x4s en las avenidas de La Habana, en supermercados, hoteles y restaurantes de lujo de la ciudad, y en festivales internacionales de cine, que, a mi juicio y a tono con la comedia clásica occidental, debió ser el blanco de esta supuesta “sátira gore-mordaz.
Esta “omisión” cometida por Alejandro Brugués, producto acaso del terror blanco que todos padecemos, pudo haber sido la causa de no meterse con un grupo social muy bien establecido, capaz de “pasarle la cuenta” a sus críticos utilizando los medios menos susceptibles a la mirada gorda de la población, y hasta puede catalogarse muy bien como algo entre el miedo y la prudencia. Solo nosotros, quienes tenemos muy poco o nada que perder –me refiero a los blogueros independientes –, somos capaces de correr ese riesgo. En mi artículo crítico sobre el filme Habanastation dejo escrito lo que también pudiera decir de esta película:
Y pienso que allí es donde está el talón de Aquiles de la película. Una férrea crítica a los artistas que han escapado del medio social en que vivimos los “cubanos de a pie” y no para todos esos cubanos que, sin ser artistas, ni deportistas, ni intelectuales, ni material humano arrendable, usan chapas diferenciadas en sus carros y se dan estupenda vida. Creo que al director de Habanastation se le escapó el detalle de estos cubanos que tienen carros estatales como suyos, pero que además poseen un chofer particular cuyos gastos sufraga el Estado junto al combustible que consumen, que viven en mansiones que ni construyeron ni compraron, y las han adquirido de forma gratuita avitualladas con todo tipo de comodidades; que todos los años visitan Varadero con sus familias; muchos de ellos viajan al exterior tanto o más que el jasista del filme, se alimentan también con pollos asados de nueve libras y en sus mesas no faltan los mariscos y el bistec anatema para el ciudadano común y corriente.
Pero no considero a JUAN DE LOS MUERTOS un filme basura, como este crítico lo cataloga, sino el mejor de la trilogía de estrenos que se presentaron esta vez en el TALLER DE LA CRÍTICA.
Es una comedia fantástica. Nos hace reír a carcajadas; y lamento mucho que Soberón Torchía –quizás por no pertenecer a nuestra estirpe criolla –no se haya divertido con ella como yo pude hacerlo desde el principio hasta el final de la proyección.
Tampoco es una película de terror como algunos han pretendido clasificarla, sino una comedia de humor negro que sienta pautas en la cinematografía cubana. Los zombies, –o “muertos vivos” –lejos de producir horror, causan carcajadas. Los actores están diseñados con ironía constante y picaresca, propia de la idiosincrasia criolla. La manera de hablar, de vestir, de caminar de cada uno de ellos es la fotografía de alguien que conocemos en nuestro barrio y con quien tropezamos diariamente en la calle, desde el mariconcito con rostro de mujer, hasta el grandullón con horror a la sangre.
JUAN DE LOS MUERTOS es una película nacionalista –antiimperialista si queremos estamparle ese calificativo revolucionario –. Aquella escena en la que aparece el americano salvador, es el sello de la negación del cubano –ese cubano delineado injustamente como marginal –a recibir la salvación de manos extranjeras hasta en las más difíciles situaciones. Acaso está allí uno de sus principales mensajes: resolver nuestras dificultades por nosotros mismos.
Cierto es que los zombies no están debidamente encuadrados en nuestra realidad debido a que, como dije antes, la policromía de nuestras características es demasiado amplia para ser abarcada en solo un grupo social. No obstante a esto, el otro grupo, el de los llamados “marginales”, no solo afecta a un alto porcentaje de la población cubana de hoy, sino que es muy bien retratado por el director. Es, a mi modesto entender, un grupo similar al que se marchó de Cuba en la primavera de 1980 por no encontrar acomodo social ni perspectivas futuras promisorias y que, luego, en el exilio, ha dejado de ser, en su mayoría, el grupo circunstancialmente registrado como escoria social, vituperado y apabullado a huevazos por brigadas cederistas, por cierto, muy bien estructuradas. El pueblo cubano, el de a pie, el del obrero honrado que trabaja por un salario insuficiente, distanciado años luz del nivel de vida de la clase dirigente o de los pocos afortunados en el arte y los deportes, sin misiones al extranjero en su haber, ni fisura económica administrativa o burocrática que degustar, se ha visto impelido, en su mayoría, a pertenecer a esta clase relegada, con el único propósito de sobrevivir cuando se renuncia de por vida al desarraigo patrio. Frases claves en el guion, referentes a nuestra realidad actual y urgente, nos dan la medida del mensaje que Brugués pretende enviar.
– ¿Y si se mete otros cincuenta años más?
– Al final el capitalismo nos va a pasar la cuenta.
Sobre todo, esos razonamientos de Juan, al cierre –que me han sido imposibles de atrapar para esta crítica –sacan lágrimas a los ojos de quienes nos hemos negado a emigrar en busca de horizontes más abiertos y que solo quisiéramos un país con mayores posibilidades para todos, como lo soñara nuestro divino Apóstol.
Las estelarísimas actuaciones de Alexis Díaz de Villegas y Jorge Molina me trajeron de inmediato la reminiscencia del hidalgo manchego y su fiel ayudante. Pienso que hasta en el físico de los actores retrató el director aquellas legendarias figuras: soñador el uno, pragmático el otro, como se nos muestran ambos a lo largo de toda la película.
Y tampoco debemos pasar por alto la figurita de la Virgen de la Caridad del Cobre que, desde el capó del carro convertido en lancha migratoria, acompaña a los desesperados que buscan otro lugar donde carenar sus aspiraciones.
Pedro Armando Junco
Un blog para debatir, sin parcialidad ni censura, los cuestionamientos más urgentes de la sociedad cubana.
jueves, 29 de marzo de 2012
miércoles, 21 de marzo de 2012
Una mirada al XVIII Taller Nacional de Crítica Cinematográfica
Camagüey estuvo otra vez de fiesta. Esta vez la celebración fue para los cinéfilos que siguen de cerca el SEPTIMO ARTE, pues se desarrolló a todo tren el XVIII TALLER DE LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA. El cine Guerrero, acaso último guerrero sobreviviente de la familia que adornaba nuestra bella ciudad hace medio siglo, recibió en diferentes tandas un público selecto, que disfrutó de películas inteligentes, entre las cuales algunas cubanas nada tienen que envidiar a las de lejanos patios.
El cine, a partir de su nacimiento mudo y sin efectos especiales, ha cautivado al público más heterogéneo: desde el más conocedor y amigo del arte, hasta el menos interesado; desde el que asiste a ver un filme para sacar de él la riqueza espiritual e intelectual que ofrece, hasta quien solo lo mira para distraerse en las escenas de “patadas y piñazos” o actos de sexo que encierra.
Y el Guerrero se llenó por completo. ¿Es acaso el ansia de una población por disfrutar de un espectáculo cultural de elevada importancia, que hoy se limita a dos o tres locales solamente?
Los tres héroes de este festival, catalogados públicamente por el actor Carlos Ruiz de la Tejera como “Los tres mosqueteros” son Juan Antonio García Borrero –quien me facilitó esta invitación que he colocado al comienzo –, Luciano Castillo y Armando Pérez Padrón. Fue Juani, por cierto, el que me recomendó no omitir JUAN DE LOS MUERTOS, filme cubano que está causando revuelo por su temática, por la excelente actuación de sus protagonistas y por la crítica social que encierra, pero que dejaré para comentar en el próximo trabajo.
El cine cubano ha sido bueno siempre; y de no estar catalogado entre los mejores de fama mundial, diré de él lo mismo que de nuestro vino: ¡es el nuestro! Me gusta porque cada película trae el sello de la idiosincrasia criolla: las “malas palabras”, herencia de la madre patria; ardor erótico, legado de la fusión de las tres razas fundamentales presentes en el país; y esa facilidad para burlarnos hasta de las desventuras propias, que todavía no sé de dónde diablos la sacamos. También la facilidad de amar, de perdonar, de olvidar los agravios, acaso tenga sus raíces en las neuronas sincréticas que fundieron la sangre española con la sangre africana y la sangre asiática y ha resultado fundamento esencial de la cubanía.
Algo que me ha impactado profundamente en este evento es la sencillez de los actores, guionistas y directores de diferentes filmes que se ofrecen al público. Me resultó conmovedor, cuando salía de la sala de proyección, encontrarme en el lobby con el protagonista que acababa de ver en la pantalla, esperando porque el público se le acercara a darle la mano; a un director que, terminada la proyección de su película, se reunía con el público para solicitar la opinión de cualquier individuo, sin inmutarse por los criterios desaprobatorios. ¿Eso también se practica en Hollywood?
“Los tres mosqueteros” durante dieciocho años consecutivos han venido reuniendo lo mejor de la cinematografía cubana en Camagüey para discutir críticamente todo lo concerniente al séptimo arte. En estos talleres puede participar cualquier cinéfilo, no importa sea o no un especialista en la materia. Y paralelo a esto se exhiben los estrenos que todavía no han salido a la pantalla. De hecho es un privilegio que ellos tres hayan trasladado desde La Habana un evento de categoría nacional, hasta una ciudad de provincia. Desde lejanos tiempos la población local ha gustado de la buena cinematografía, porque Camagüey contaba con más una decena de instalaciones de grandes pantallas.
Ahora se habla de un proyecto promovido por la Oficina del Historiador para remodelar y construir un complejo cinematográfico en la calle Estrada Palma –hoy Ignacio Agramonte. Este objetivo abarcará, según imagino, los antiguos cines Encanto, Casa Blanca y Guerrero. Dichos locales, unidos a la sala Nuevo Mundo, conformarán un complejo estructural de cuatro centros culturales más. Ya terminado el opulento plan, éste propiciará mayor cobertura a una población que por las noches carece de opciones para un entretenimiento saludable y a precio de moneda nacional, puesto que algunos de los sitios más atrayentes se pagan en divisas –moneda que no manejamos –o han encarecido sus ofertas para equipararlas a las anteriores, y no son muy asequibles al bolsillo de la comunidad.
Este propósito es muy encomiable –me gusta utilizar el calificativo de mi amigo halagador –; pero no está de más señalar a quienes manejan dicho programa, que la ciudad de Camagüey ha crecido y está creciendo vertiginosamente; y si hace medio siglo, cuando era más constreñida, contaba con varios cines en la periferia del Casco Histórico y algunos repartos, sería discriminatorio poner en uso solamente las que se hallan en la pequeña área metropolitana.
¿Qué se hará con el remodelado cine Avellaneda? ¿Qué con el viejo cine Camagüey, frente al parque de El Cristo, aledaño al cementerio, todavía dentro del Casco Histórico de la ciudad? Este lugar ofrecería servicio a una población que hoy, privada de la ruta de ómnibus #4, le resultará muy incómodo trasladarse al nuevo proyecto de La calle de los cines. ¿Qué se hará con el cine Alkázar, el de mayor capacidad y lujo de todos, situado en la Avenida de la Caridad –hoy Avenida de la Libertad? ¿Qué proyectos se tienen para con el cine Social, único para los importantes repartos al norte de la ciudad? ¿Qué se ha pensado para el Amalia Simoni, al oeste…? ¿Y qué se piensa hacer con el cine América, aledaño a mi casa, en el cual disfrutábamos en matinée dominical, allá por la década de los años cincuenta, las maravillosas películas que aglutinaban a todos los niños de la zona por el solo precio de veinte centavos? Del otro, del extinto Apolo, tan céntrico como el primero, hoy descuartizado y convertido en más de una vivienda y locales de diferentes usos, es inútil aconsejar recuperarlo.
Pero algo bueno tendrá que suceder. Por lo que a mí respecta, no aspiro a convertirme en el caballero D’Artagnan. Con el impulso de los tres mosqueteros del cine camagüeyano pienso que el Gobierno, el Partido y, sobre todo, la Oficina del Historiador de la Ciudad lleven a feliz término el rescate total de las instalaciones cinematográficas de la ciudad y el incremento de las mismas.
Pedro Armando Junco
martes, 13 de marzo de 2012
Feria del libro en Camagüey
El día cuatro del presente mes concluyó la XXI Feria internacional del libro Camagüey 2012. Debo decir, en sincero encomio, que la implementación de estas ferias ha sido una idea brillante de la dirección del país, en particular del Ministerio de cultura y, sobre todo, de ese apoyo que Abelito –así llamamos, cariñosamente, a nuestro ex ministro de cultura –tributó a las mismas. Es una idea digna de encomio y debo decirlo, no simplemente por complacer al amigo que me sugirió ser en ocasiones vocero de lo bien hecho, sino porque en realidad no solo de pan ha de vivir el hombre, como reza en la Biblia, sino también de la palabra de personas inteligentes que han dejado una herencia intelectual para el hombre del futuro a lo largo de la civilización humana.
Puedo asegurar que hay ideas positivas en creaciones gubernamentales muy dignas de elogio que debemos preservar. Ayer ocho de marzo, Día internacional de la mujer pasé por un lugar donde se reunían personas de la tercera edad y celebraban la fecha con pasteles y bebidas no alcohólicas. –¿Quiénes son? –pregunté, y me respondieron, entre versos y canciones, pertenecer a un Círculo de abuelos. Bella idea, loable razón de ser para esas personas que, a los ojos materialistas de muchos, ya nada tienen que hacer en la sociedad. A estos ancianos se les ofrece, de forma gratuita, un profesor de gimnasia que los ejercita corporalmente todos los días de la semana a determinada hora matutina. Es hermoso mirar aquellos rostros surcados por el tiempo pero con sonrisas de saludable complacencia, repetir ejercicios preservadores de su salud. De manera similar, la instauración de las Ferias de libros es altamente plausible y aquí lo reitero por enésima vez.
La dirección de la UNEAC en Camagüey ofreció su sede para conferencias, presentaciones y ventas de libros, actividades culturales relacionadas con el evento y, sobre todo, nos aseguró a cada escritor no menos de dos apariciones en público para promocionar nuestra obra y recibir una pequeña, pero oportuna remuneración económica que siempre viene bien a la hora de adquirir el plato fuerte.
La dirección de Cultura y el Instituto del libro se volcaron con todos los recursos disponibles y, con el auxilio de otras instituciones, garantizaron locales, transporte, personal de apoyo y convirtieron al centro del casco histórico de la ciudad en una vorágine de lectores deseosos de adquirir textos culturales. La calle Independencia permaneció cerrada al tránsito de vehículos para evitar eventuales accidentes en un área repleta de niños que o participaban en los juegos dirigidos del Parque Agramonte, o eran estudiantes rastreadores de El principito, Había una vez y El capitán tormenta, entre otros.
Sin embargo, ha quedado un vacío laudatorio en la población después del evento. Esta vez hasta los medios masivos, proclives siempre a resaltar el éxito cuando este no ha estado presente, resultaron críticos a la Feria, pues hubo directivos que declararon por la radio el déficit de libros: unos porque nunca iban a llegar y otros que se esperaban y nunca llegaron; algunos “desenchufes” de coordinación y otras cuestiones más de las que no tuve referencia. El pueblo opina –y para mí esa opinión callejera cuando se generaliza es la más válida –que la Feria fue un aborto cultural anémico, por faltar los más importantes volúmenes que el pueblo esperaba y porque el Programa teórico literario no tuvo la calidad de años anteriores. ¿Quién no compra, a pesar de los altos costos, un diccionario de la lengua española o un cuaderno de ortografía, no importa lo elemental que estos sean? ¿Dónde quedaron los manuales de cocina de otros eventos anteriores? ¿Qué se han hecho aquellos clásicos de la literatura universal que pululaban en los estanquillos y las librerías en los años sesenta y setenta? Y retomando la frase evangélica de que no solo de pan vive el hombre, ¿dónde hallar una Biblia en la Feria, ahora que estamos en la cercana espera de Benedicto XVI?
A mí en particular, la dirección de Ácana me asignó una presentación al menos. No he podido saber cuál equipo de dirección se encargó de proponerme para la presentación de la “Guía de béisbol 2012” en la sede del Instituto Superior de Cultura Física “Manuel Fajardo”: ¡Bien alejado de la ciudad y de lo literario! Pero no me di ni por aludido. Cuando llegó la hora de la presentación me informaron que el camión que venía desde La Habana cargado de libros, entre los que se encontraba el que yo debía presentar, no había arribado a la provincia. Un directivo amigo me pidió que no dejara caer la actividad porque en El Fajardo nos estaban esperando. Así que tuve la feliz idea de ir en busca de Miguel Cuevas a su casa y llevármelo en el carro que me asignaron para esa gestión.
Miguel Cuevas, emblemático jonronero de los años sesenta, ya retirado pero con una fortaleza física que nada tiene que ver con sus setenta y siete años, salvó la tarea. Nos esperaban con micrófonos y público reunido, aún sin almorzar ya pasada la una del mediodía. Expliqué a los allí reunidos la pifia sufrida y el carril “B” que hubo que tomar para no dejarlos plantados, y dejé al veterano campeón hacer de las suyas con el micrófono en la mano. Salvamos la operación y pude demostrar a los fariseos que, más que mala voluntad, lo que nos hace mejores son las ideas positivas capaces de soslayar zancadillas y desmembrar las cortinas de humo que nos intentan oscurecer.
No sé hasta qué punto he complacido al amigo partidario de los elogios en mi blog. Mirar las cosas desde la imparcialidad rara vez nos permite una cosecha pura de cuestiones buenas que celebrar. Pero pienso que sí, que lo encomiable es la copa. Si la copa es valiosa, solo nos falta eliminar el vino agrio que la rebosa, fregarla bien luego de haber echado el jugo amargo en la letrina y escanciar en ella el elixir que permanece olvidado en los barriles viejos, añejado en el roble del orden, la diligencia y la buena voluntad.
Pedro Armando Junco
miércoles, 7 de marzo de 2012
Junto a mi carretilla de viandas y hortalizas
Mi amigo ni se inmutó cuando le dije que yo había colocado, en la cochera de mi casa, una carretilla para vender viandas y hortalizas. Pensé que iba a sorprenderlo con eso y se pasmaría cuando escuchara que un escritor tiene que resolver el déficit financiero de su hogar por medio de una venduta porque no goza de remuneraciones estatales, no le publican libros, ni le ofrecen trabajos relacionados con el mundo cultural que lo rodea. No obstante, el sorprendido fui yo cuando me asaltó con un versículo salomónico del Eclesiastés:
Me he dado cuenta de un error que se comete en este mundo, y que tiene su origen en los propios gobernantes: que al necio se le da un alto cargo, mientras que la gente que vale ocupa puestos humildes. He visto esclavos andar a caballo, y príncipes andar a pie como si fueran esclavos. (Eclesiastés 10: 5, 6 y 7)
–Conozco médicos –me contó muy calmado –que se convierten en zapateros remendones cuando llegan a su casa por las tardes: han habilitado una habitación y allí, con el auxilio de una bigornia y un martillo, se buscan el dinero que les falta a su salario para sobrevivir. He visto abogados en una bicicleta destartalada, que suelta la cadena cada diez pasos, regresar de su bufete colectivo enrojecido y sudoroso. Sé de profesores universitarios que “botean” con sus carros viejos y sirven de taxis, clandestinamente, luego de sus jornadas docentes, frente a las terminales y las clínicas. Boccacio fue bodeguero y Diógenes dormía dentro de un tonel. Plácido sobrevivía como peinetero. ¿Crees entonces que puedo sorprenderme porque te hayas buscado un puesto de viandas para no morir de hambre ni verte obligado a sucios manejos, ni a vender tu alma? Por otra parte, de ninguna manera ha de ser motivo de vergüenza para ti, sino para aquellos que, conociendo tus capacidades, intentan humillarte alejándote de prerrogativas dignas de tu persona. A quienes nunca encontrarás en esas humildes profesiones será a los miembros de la clase dirigente ni a los burócratas. A ellos “no se les permite” tamaña humillación. Ellos mantienen viviendas confortables, con todo lo necesario para la vida holgada de su familia dentro. Algunos hasta tienen amantes que, cuando las abandonan, les ceden, como regalo por sus servicios, la casa y el carro. ¿Y quién tiene la culpa de que todo esto suceda…?
No quise colgar este comentario en aquel momento, pero días después, otro gran amigo, con un criterio menos radical y bastante opuesto del primero, me visitó en el puesto de viandas de mi cochera, me felicitó por la idea, pero me reprendió por las críticas constantes de mi blog y por mi abandono literario:
–El blog te saca de lo artístico, de lo creativo, de tu obra original, que será a fin de cuentas quien te dé unos años de posteridad. El blog es periodístico y tú no eres periodista, sino narrador y poeta. Además, tu crítica es constante, incisiva, mordaz: ¿tus trabajos no encuentran nunca nada que encomiar?
Eran dos cuestionamientos dignos de ser respondidas y a ello voy:
Cuando obtuve el Premio David en 1987 y salió a la luz por primera vez La furia de los vientos obtuve el derecho de pertenecer a la Unión de escritores y artistas de Cuba, cuyo principal requisito para escritores es tener un libro publicado. La publicación de mi ópera prima me hizo viajar en tres o cuatro ocasiones a la capital: premiación, entrevista con el editor, pruebas de galera, firma de la portada, etc., que gracias a no existir todavía el Período Especial me resultaron factibles económicamente; sin embargo, lo engorroso de aquellos viajes junto a la pérdida de tiempo en ellos, me hizo ser de los primeros que dimos el grito de la urgencia de una editorial camagüeyana. En varias reuniones y asambleas de la UNEAC, tanto yo como otros compañeros, solicitábamos al Gobierno se estableciera una casa editora en nuestra provincia que diera cobertura a nuestra creación literaria y, ¿por qué no? a diferentes creadores no iniciados en la organización.
No creo que hayan sido nuestras modestas peticiones, pero en los años noventa surgió ÁCANA, la editorial que tanto soñamos. Sin embargo, solo en los años 2000 y 2008 se me reeditó La furia de los vientos a pesar de haber presentado reiteradamente otros cuadernos de poesía y narrativa que, junto a casi una docena de obras terminadas, duermen y sueñan con ver la publicidad en mi colchón hogareño.
Mi libro de cuentos Tertulia con los fantasmas, cuyos relatos en su mayoría han sido premiados dentro y fuera de Cuba y algunos de ellos publicados en antologías y revistas de prestigio nacional y extranjero, fue rechazado dos veces por ÁCANA “por no atesorar elementos literarios dignos de publicación” según el criterio de los “lectores especializados” de dicha editorial. Y así también sucedió con mis cuadernos de poesía que, puede que no sean del más elevado vuelo, pero al compararlos con otras publicaciones de allí –pienso yo con toda inmodestia, por supuesto –, no tienen nada que envidiarles. Luego de estos golpes, en tertulias donde los autores locales leen sus narraciones, he podido constatar la mediocridad de forma y contenido en algunos de ellos ya publicados por ÁCANA, que yacen en los almacenes de las librerías cubiertos de polvo y con las hojas amarillas por la erosión del tiempo.
Todo esto me hizo pensar que la “tertulia de mis fantasmas” les molesta a Algunos y desistí de presentar textos a la editorial. Pero sucede que cuando se siente la necesidad de exponer los razonamientos originales que se acumulan dentro, cuando se vive y se respira la atmósfera social cargada de errores que a todos nos tocan, algo así como un empacho digestivo nos sobrecarga la existencia, el cerebro amenaza con estallar y no queda otro remedio mejor que buscar desesperadamente la medicina que nos sirva de purgante para evacuar esos dolores. Y apareció el blog. El bendito blog. El blog salvador que evade toda censura y manipulación externa.
Lastimosamente, pocos cubanos tienen acceso a Internet y consiguen visitarlo. Me uno al slogan de Eliecer Ávila: “Quítenme la comida, pero no me quiten la información”. Que, aunque todos tengamos criterios similares o muy parecidos, si no logramos intercambiarlos mediante la comunicación, de poco sirven para conseguir el cambio que, en generalidad, todos deseamos a voces, y los CUELLOS BLANCOS se han empecinado en detener a toda costa. Afortunadamente, el blog se extiende, cada día es más visitado y cobra notoriedad en internautas de diferentes países.
A pesar de los CUELLOS BLANCOS, la anuencia del actual presidente a que nos expresemos con entera libertad está de nuestra parte. No por ello siempre habrá quien intente escarbar hasta la brecha que convierta en punible nuestros escritos para sacarnos del medio. No faltarán zancadillas justificables ni omisiones aparentemente inocuas. Pero, como estamos convencidos de nuestra buena voluntad, de ese deseo de ayudar al mejoramiento humano –recuérdese la fe de Martí en esa idea –, que es el mejoramiento poblacional general, con todos y para el bien de todos, nuestro interés por convertir lo infuncional en funcional y echarlo a andar, nuestro afán de ver a la ciudadanía trabajando honradamente, pero con todas sus perentorias necesidades resueltas, no nos permite cerrar la boca a la hora de decir nuestra verdad que, puede que esté errada en muchos aspectos, pero es nuestra y debemos defenderla hasta que nos convenzan de lo contrario.
Si no estoy de acuerdo en que se cierren calles muy transitables con el pretexto de poner en ellas una cafetería en divisas para extranjeros, en detrimento del bienestar poblacional; si critico –y pienso hacerlo próximamente –que el presidente del Gobierno de nuestra provincia tenga que estampar su firma en un documento que otorga la instalación de un teléfono a un ciudadano común particular con tantas calles rotas por arreglar, tragantes obstruidos por destupir, edificaciones en peligro de colapso por salvar, precios de artículos y salarios que equilibrar, y así tantas y tantas cuestiones de mayor urgencia y envergadura que atender su personalidad, no creo estar errado en sacarlo a la luz, sino contribuyendo a una mejor inteligencia gubernamental.
Los blogueros somos un nuevo elemento social que, a pesar de estar marginados en las directivas oficialistas del Gobierno, sin contar con salario, carro, combustible y chofer estatal, así como celular y muchos artículos más solventados por el Estado, insertamos ideas positivistas que, al parecer, los anteriormente citados no alcanzan a ver desde su elevada altura, acaso cegados por el resplandeciente brillo de su albo cuello.
De manera que puedo responder a mi segundo amigo, que sí pueden existir muchos elementos que encomiar. La Feria del libro, recientemente concluida, será el objeto de mi próximo posted. Respecto a mi obra literaria, a mis ambiciones y sueños de publicación, nunca pierdo la esperanza de que verán la luz algún día aunque sea póstumamente. Por fortuna, la literatura no muere con el autor y hasta pudiera suceder –perdonando las distancias –que después de muerto, cuando esos elementos bloqueadores no adivinen fantasmas en mis narraciones y poemas, engrose el grupo de esos autores que, en vida humillados, silenciados, abandonados, repudiados y apartados del escenario nacional –Virgilio Piñera y José Lezama, entre otros –, ahora se les reconoce, se les rinde homenaje, se les enaltece como pude constatar en la recién concluida Feria del libro, y se dice de ellos que pertenecen a la más elevada pléyade de intelectuales para vender gran cantidad de sus diversas obras, dando a entender que hay que morir primero en la oscuridad para ser reconocido póstumamente.
Mientras, aquí, al lado de mi humilde carretilla de viandas y hortalizas, a punto de convertirme en vegetariano, espero...
Pedro Armando Junco
Suscribirse a:
Entradas (Atom)