lunes, 13 de agosto de 2012

Cruzada literaria


Esta semana fui invitado a participar en una Cruzada literaria. Muchos se preguntarán qué elementos constituyen la razón de este nombre un poco medieval y otro tanto moderno. Así que puedo responder que una Cruzada literaria a lo camagüeyano, no es más que el intento de transferir nuestra cultura a los rincones más remotos y difíciles de llegar, cuyas angostas comunidades pocas veces consigue gozar el “privilegio” de mirar de cerca a un escritor, a un trovador, a un artista, y hasta poder conversar con él de tú a tú.
El proyecto no es malo, y sus intenciones pueden catalogarse de hasta cristianas, en la acepción más humanista metafórica del término. Es algo parecido a lo que hicieron los antiguos misioneros jesuitas hace cinco siglos, intentando llevar el cristianismo a las comunidades indígenas del nuevo continente.
Cierto es que en Cuba ya no existen indígenas –también en el sentido más puro de la expresión –, pero a veces uno se asombra al descubrir personas que apenas aciertan a articular algunas cuantas palabras. Y es allí –pienso yo –donde radica la preocupación del Ministerio de Cultura por llevar el arte a esas comunidades. Hace algunos años participé en una cruzada en un pueblito con casas de mampostería, incluso, en el que la gente, huyuya y esquiva, nos miraba con similar asombro a como seguramente percibieron  a Colón los aborígenes de Bahamas en 12 de octubre de 1492. 
La palabra cruzada, por antonomasia nos remonta a la lucha de un grupo de “caballeros cristianos” en Tierra Santa, asesinando sarracenos en el nombre de Jesucristo. ¡Vaya barbaridad que guarda la historia! El proyecto de nuestros cruzados de hoy es luchar por enriquecer la cultura que subyace en los empobrecidos pueblos rurales. Ahora, inclusive, se lleva hasta las cabeceras municipales de la provincia. Esto da por pensar que la  incultura que se persigue desmantelar está ganando terreno.
El sitio escogido para esta visita fue Santa Cruz del Sur. El grupo lo conformó una veintena de personas, entre ellas una periodista, un escritor, varios trovadores y músicos y un camarógrafo de la televisión. Viajamos en ómnibus moderno y cómodo. En el embalaje no faltaron las cajitas para el almuerzo y los bocaditos para la merienda. Desde luego, la actividad es gratuita totalmente, tanto para los que la reciben como para los que la representan.

El municipio Santa Cruz del Sur es mi terruño natal. Viví hasta mis cincuenta años en una zona rural distante unos 30 kilómetros del pueblo cabecera. Visitar este poblado fue parte de mi cotidianidad.
Cuenta la historia que en el mes de agosto de 1826 unas 30 familias, en su mayoría carboneros, se instalaron sobre un promontorio de terreno paralelo a la costa y fundaron Pueblo Nuevo, que poco después se llamaría Santa Cruz del Sur. Al paso del tiempo, 106 años después, ya el pueblo abrigaba más de 5000 habitantes. Y por esa fecha, el nueve de noviembre de 1932, un huracán categoría 5 lo destruiría en su totalidad y arrancaría la existencia a más de 3000 habitantes. Hoy se reconoce este suceso como el desastre natural de mayores pérdidas humanas que ha sufrido Cuba.
Luego de la explosión informativa de los días subsiguientes, solo en fechas conmemorativas anuales, algún periódico presentaba fotos y palabras de recordación a las víctimas del ciclón. Y es entonces que tomo en mis manos la tarea, 52 años más tarde, de realizar entrevistas a sobrevivientes del desastre y, en dos años apenas, conformar el libro La furia de los vientos, que obtiene el premio David en 1987 y sale por primera vez publicado dos años más tarde.
El visitante que llega a Santa Cruz, como seguramente sucede en los sitios donde han ocurrido grandes hecatombes, lo primero que hace es preguntar en qué sitio específico ocurrió el desastre, dónde se haya el monumento a las víctimas y quiere llegar hasta allí; que anécdota perdida sobrevive en la memoria popular y si alguien ha escrito sucesos particulares sobre la tragedia y se interesa por encontrar el libro. De manera que nadie mejor para intervenir en una cruzada cultural en este pueblo que el escritor del compendio que sacó a la luz los hechos al detalle, contados de primera mano por los que sufrieron la desventura, pero lograron escapar con vida. El libro saldrá reeditado por cuarta ocasión a principio de noviembre de este año y presentado en Santa Cruz del Sur el día 9, en la fecha que guarda los 80 años de la catástrofe.

Ya en el pequeño pueblo sureño nos recibió una Promotora Cultural, que es la encargada de organizar en cada zona cualquier evento de este tipo Las actividades, cuando no aparece un local público techado: círculo social, teatro, etc., se ejercen al aire libre, bajo el radiante sol caribeño que tuesta hasta las pestañas. Y ese fue el caso, pues en la llamada Zona de Desarrollo, lugar donde el Gobierno ha construido una comunidad aledaña al pueblo octogenario, no apareció sitio bajo techo y a pleno sol se habló, se cantó y se recitó. Más de dos horas, desde las once de la mañana hasta pasada la una de la tarde, ejecutamos una presentación artística lo suficientemente variada como para colmar las expectativas. Lo único que empobreció el evento fue la escasez de público, pues a no ser una decena de madres que cubrieron sus asombrados niños bajo sombrillas y mantos, nadie más prestó el oído a los altoparlantes que se colocaron a toda voz en medio del poblado. Al parecer, los organizadores del evento no tuvieron en cuenta que un jueves, la población que labora en uno de los mayores Combinados Pesqueros del país, faltaría a la cita. Por desdicha, a los organizadores cubanos siempre les falta algo para que las actividades mejor pensadas, les salgan bien.  
Mi niña recitó Los motivos del lobo de Rubén Darío. Algunos trovadores invitados de Baracoa, Ciego de Ávila y otros lugares dejaron escuchar sus voces. Otra niña cantó una melodía clásica de lo popular. A mí me toco decir algo y anuncié la próxima presentación del libro que no solo ha servido para sacar de la oscuridad el cataclismo santacruceño, sino para darle un sentido ambiguo, poético y metafórico a este blog que, amigo lector, tienes frente a ti en estos momentos.

Pedro Armando Junco  

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