domingo, 9 de noviembre de 2014

Paquetes y más "paquetes"

La crisis de valores en Cuba es más que evidente. No solo de valores monetarios donde un peso natural se reduce a cuatro centavos y es con el que se le paga a la ciudadanía trabajadora, sino también de valores éticos y humanos.

Esto inquieta mucho a la dirigencia estatal aglutinadora quizás de un diez o un quince por ciento de la población cubana que no adolece de valores de consumo, pero sí está preocupada por un colapso político y social que pudiera relegarlos al bando de los miserables.

Les preocupa que sean muy escasos ya los productivos. El “cuentapropismo” ha echado a la gente a trabajar, sobre todo en el sector de los servicios, y esto se ha convertido en la “devoración” de los unos a los otros con el insuficiente metálico (¿puede llamarse metálico?) circulante. Porque en Cuba millones trabajan, pero muy pocos producen riqueza material. Hacer guardia nocturna, llevar papeles, dirigir organizaciones políticas, ser policía o militar son trabajos, pero nada productivos. Y desde la época de las cavernas, cuando Pedro Picapiedras llegaba a la cueva sin un pedazo de mamut, la familia no comía esa noche. Sin embargo, en aquella romántica etapa solo los perjudicados eran los Picapiedras. Ahora hay otro tipo de perjudicados: los burócratas que viven de la productividad colectiva de un país socialista.

Una evidente muestra de preocupación gubernamental son los Paquetes. Y no son precisamente los paquetes de mercancías que la comunidad cubana en el exterior envía a sus familiares mediante los “mulos”, quienes perturban el sueño a la dirigencia. No, señor. Son los paquetes audiovisuales que han invadido el territorio nacional con igual premura a como el Vesubio sepultó a Pompeya. Ya en Cuba se ve con mayor placer Sábado Gigante o Caso cerrado que el Noticiero Nacional. De la Mesa Redonda…, saque usted sus propias conclusiones.

La última gestión para detener el alud de lava hirviente fue convocar al FORO DE CONSUMO AUDIOVISUAL EN CUBA presidido por nada menos que Abel Prieto y Miguel Barnet junto a un grupo de intelectuales más que ofrecieron de manera “abierta” sus criterios. Entrecomillo la palabra “abierta” por razones obvias.

Me enteré de esto gracias a la generosidad de un amigo que me envía los enunciados de su blog regularmente, ya que en asuntos como este la prensa oficial no profundiza y el acceso a Internet me ha sido denegado en la UNEAC desde que me castigaron por decir aquí, públicamente, que un funcionario de allí era un oportunista que sustraía mediante subterfugios fondos de la Organización. Paradójicamente, en vez de expulsar a ese funcionario, me expulsaron a mí. Y así, una vez más se pone en evidencia la crisis de valores éticos en que está sumergida nuestra sociedad. Un burócrata puede aplastar a un ciudadano cívico con la misma facilidad con que se aplasta a un mosquito cuando está picando.

Pero volvamos al Foro. Mucho me gustó la declaración de Gustavo Arcos:

 

Donde quiera que exista un vacío, una necesidad o expectativa insatisfecha, será un espacio, llenado, ocupado por otros que pueden ser, y no, “nuestros enemigos”. Ocultar una información, censurar una obra, es hoy tarea de necios. Mientras más empeño pongas en ocultar algo a la luz pública, mayor interés despertarás en los espectadores por consumirla.

 

Muy bueno por Gustavo. No tuvo miedo enunciar una verdad que debe ser tomada en cuenta por los titulares del poder y abandonar la mentalidad de tiempos pasados, cuya ejecutoria, paulatinamente, ha originado estas crisis.

Hombres de criterio como Juan Triana no se cansan de aconsejar al Estado un acceso a Internet libre para todos. Si el cubano lo tuviera en su casa, ¡adiós paquetes! Claro que si este acceso tiene un costo mayor que el de los paquetes, estos sobrevivirían, porque una hora de Internet a más de cien pesos naturales es para millonarios, igual que la venta “liberada” de automóviles.

Por otra parte, los que conforman los paquetes se cuidan mucho de vender propaganda política “enemiga”, pornografía, o cómo se confecciona una bomba atómica. Solo es puro negocio. Es un negocio más que hasta podría legalizarse en la ONAT y pagar tributos. ¿A qué se le teme? Ah, bueno: se le teme a que nadie vea la televisión cubana con su insulsa programación. Pues yo aseguro que  a Pánfilo lo ve todo el pueblo. ¿Por qué? Porque Pánfilo es la realidad de Cuba. Háganse muchos Pánfilos y menos Mesas Redondas y mejorará la teleaudiencia nacional.

Si el temor a los paquetes es la penetración ideológica extranjera, hágase la ideología interna más transparente y veraz y beneficiosa para el pueblo, acéptese la crítica sin limitaciones y póngase en práctica el consenso nacional sin dictar desde los medios de qué manera debe ser cada individuo y cómo debe actuar.

La crisis de los Paquetes es solo una ramificación de la crisis general que vive Cuba en estos momentos. Existe una crisis de valores éticos y morales, cuyos ejemplos mostraré en próximos trabajos, pues necesitan páginas completas. Las cosas en Cuba marchan –como habría dicho mi campesina madre– “a manga por hombro”. El ejemplo más reciente fue el de ayer cuando un patrullero que se colocaba en la esquina de mi casa donde existe un pare de tránsito para multar infractores, cruzó sin la preocupación de frenar su moto.

En otro momento Gustavo Arcos recomienda:

 

Puede que mañana no exista el Paquete, substituido o superado por otro sistema o modelo de circulación y consumo alternativo. La necesidad humana de conocer y de acceder a las múltiples imágenes de este mundo ya sea para su conocimiento o placer, resulta un proceso indetenible. La preocupación del Estado por la avalancha de estos productos es legítima desde una perspectiva cultural e identitaria. Pero para que esa resistencia cultural tenga algún sentido deberán extirparse todas las rémoras de control ideológico, intolerancia y prejuicios que rodean las acciones artísticas. Superar los miedos al verdadero debate sobre los asuntos que preocupan a todos, sanear la economía y con ello mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, abrirse a las nuevas realidades, discusiones, interpretaciones, redes sociales y dinámicas que mueven el mundo. Ese  pudiera ser el camino, que tendría en el centro de todo, la educación ciudadana, clave de ese urgente proceso de transformación nacional y fortalecimiento cultural. 

 

 

Pero dejemos que sea Norberto García en la publicación dominical Vida cristiana de hoy 9 de noviembre, quien reafirme esta opinión tan generalizada acerca del programa Vivir del cuento popularmente conocido como “Pánfilo”, que viene como anillo al dedo sobre el tema que nos ocupa:

Con Pánfilo no hay paquetes

Durante el pasado y calurosísimo verano, me  encontré accidentalmente con un artículo publicado en un periódico de provincia y cuyo título era, más o menos, el que encabeza estas líneas. En mi opinión de lego, el escrito de dicho semanario me resultó sumamente acertado. El autor o autora, no recuerdo bien, señalaba cómo la teleaudiencia estaba expectante al programa de Pánfilo porque, además del sano y buen humor, se sentía identificada con la situaciones abordadas y los personajes encarnados por los artistas. Así las cosas, se infería del artículo que si abundaban las facturas televisivas estilo Pánfilo, disminuiría la demanda de los “paquetes” de telenovelas, series, Casos cerrados, Bellezas latinas, etc.; programaciones importadas que no siempre resultan constructivas pero que acaparan la atención de las personas por la factura glamorosa que ofertan y que, en nuestro contexto, devienen en un mercado apetitoso y lucrativo.

El mundo de la tecnología digital avanza exponencialmente y es casi imposible competir con las memorias flash, los DVDs, las computadoras, las “tablas”, las parabólicas y mil artilugios que el futuro, no lejano, nos muestra. Durante el verano muchas personas recurrieron a la televisión como casi la única opción de entretenimiento vacacional y… ¡qué decepción! La programación, salvo en contadas y honrosas excepciones, se comportó de forma aburrida, repetitiva, monótona y, como decía un vecino de la cuadra, como “más de lo mismo”. La oferta televisiva veraniega resultó ser un incentivo para la proliferación de los “paquetes” pero, como diría Pánfilo: “esa es otra historia, otra historia”   

 

 

Pedro Armando Junco

 



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