La apertura de la embajada estadounidense el 14
de agosto es un tema muy comentado por todos los medios nacionales e
internacionales y acarrea muy difícil reto comentar algo nuevo al respecto. Sin
embargo, no quiero pasar por alto algunos detalles históricos, como el de haber
sido izada la hermosa bandera de las barras y las estrellas por las mismas
manos que debieron arriarla 54 años atrás. Aquellas tres personas, hoy ancianas,
traídas a propósito por el Secretario de Estado John Kerry, representan un
símbolo de derrota para quienes alguna vez pensaron, dictaron y dispusieron que
Cuba y los Estados Unidos serían enemigos acérrimos para siempre. Hay hechos
históricos cuyos precedentes significaron hitos y este de ahora es uno de
ellos.
Por otra parte, el señor Kerry no se anduvo con
tapujos y declaró lo ya dicho reiteradamente por el presidente Obama: es un
nuevo camino para conseguir que el gobierno de Cuba cambie su régimen y poder
ayudar más de cerca al pueblo cubano. Así de simple, aunque con otras palabras.
Muchos habrían de comerse las uñas hasta sus raíces al recordar aquellos
eslogan que mi colega Félix Luis Viera trajo a la memoria: “¡Abajo el imperialismo Yanqui!”, “¡Fidel, seguro, a los
yanquis dales duro!”, “¡Cuba sí, yanquis no!” “¡Del imperio, ni una aspirina!”.
Nada. Que los tiempos cambian. Y
citando a Goethe: “Poderosa es la ley, pero más poderosa es la necesidad”. “Necesitamos
dinero…” Tanto es así de cierto, que al terminar su arenga política el ministro
Bruno Rodríguez ante los periodistas internacionales, el señor Kerry le soltó
la “puyita”, como al descuido, que más que un Ministro de Relaciones
Exteriores, parecía un economista de turismo. ¡Sarcástico el Secretario de
Estado, verdad?
Pero lo que más duele a muchos
estancados es que el pueblo de Cuba, en masa, está contentísimo. Y si creen que
me equivoco que hagan un referendo poblacional. Porque el pueblo de Cuba, como
dijo Martí alguna vez de la América, está despertando. O mejor aún, está
perdiendo el miedo a decir lo que siente y lo que piensa, gracias –y esto sí
debo admitirlo– al derecho de libre expresión que el nuevo presidente del país
Raúl Castro ha concedido.
Claro que nadie quiere que “las cosas”
se les vayan de las manos. Por debajo de esta aparente democracia permanecen
elementos fósiles que al parecer ignoran que la evolución es indetenible. Y si
bien el Secretario Kerry confirmó que las intenciones de su gobierno es
promover cambios en Cuba, no menos demostró el Ministro Bruno que la
determinación de este paso por la parte de acá se debe a que “Cuba” está en
bancarrota y el dinero a chorros está allá enfrente y urge conseguir los
canales para que nos entre. La cuestión está planteada.
Desde hace mucho tiempo al cubano
insolvente de acá le llegan paquetes: millones de dólares que envían a sus
familiares desde el “Norte revuelto y brutal” los que alguna vez se marcharon
con una mano delante y otra detrás. No obstante, el cubano de 2015 recibe,
además, otros “paquetes”. Paquetes noticiosos que lo mantienen al tanto del
exterior y, sobre todo, que detrás de las aguas del Golfo y el Caribe existe
otro mundo más confortable aunque se diga lo contrario.
Aunque limitado y excesivamente
caro, hoy tiene wi-fi, y se entera de que en cualquier otro sitio de América el
nivel de vida es superior al nuestro, y saca sus propias conclusiones. Sobre
todo, el cubano de hoy no se siente feliz al contemplar cómo le cruza por su
lado un dirigente o un turista, en carro moderno, con los cristales oscuros
alzados, bajo aire acondicionado, mientras él, muchas veces profesional de alto
rendimiento: científico, cirujano, escritor, profesor universitario, tiene que
sortear el sol caribeño de este cruel verano a pie o en bicicleta.
Y ya se está dando cuenta de lo
indignante que es también, cómo se pretende hacer creer a la población que una
moneda de cuatro centavos es un peso nacional. Le duele reconocer por la mañana
esa infusión sin nombre que deja agrio el paladar, mientras ese dirigente o
turista ingiere
café puro. O cómo el plato cotidiano en que aparece un engrudo de orígenes
desconocidos, es el alimento de su familia, mientras una élite gubernamental y
el turismo saborean langostas, ricos quesos y carne de res en abundancia. Y si
esta humillación no es suficiente todavía, se ve relegado a vacacionar como los
aborígenes autóctonos a la orilla de un río, en campamentos rústicos que han
dado en llamar Campismo Popular, mientras que aquellos se bañan en las “azules
aguas de Varadero”, pernoctan en hoteles de varias estrellas, o las pasan en el
exterior, en países capitalistas, paseando en yates de lujo y con escoltas.
El desbalance es formidable. Por eso el pueblo
está contento con las intenciones del Secretario Kerry, porque, aunque las
pretensiones del Norte sean las peores: re colonizarnos, anexarnos, el diablo
sean sus proyectos, la población no soporta más la injusticia de que, bajo el
ficticio pretexto de la igualdad, unos pocos vivan como millonarios y la mayoría
en la total miseria y el abandono.
Pedro
Armando Junco
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