Tal pudiera parecer que la concientización de que las creencias religiosas de un pueblo no pueden ser borradas de un sombrerazo, dio paso a cambios políticos muy positivos como es el ingreso de creyentes en las filas del Partido recordemos que antaño admitir ser religioso significaba echar la ficha negra ante la pretensión a una militancia partidista o un cargo directivo.
Perdonar es magnífico, pero recapitular las ofensas es ser consecuentes con la historia y mostrar a las nuevas generaciones los errores y tropiezos del comienzo para que nunca más vuelvan a cometerse. Tampoco puede compararse el recibimiento de Juan Pablo II en 1998 y el que hoy nos ocupa. Aquella recepción en enero de 1998 colmada de paranoia y sabor amargo, sobre todo ante el discurso del arzobispo de Santiago de Cuba cuando se atrevió a pronunciar verdades bajo un régimen donde todo estaba dictado al carbón, deja mucho que desear ante este de ahora en que Francisco experimentó la acogida general de una población entusiasta y un gobernante agradecido por ver rotas las cadenas del odio, gracias a su allanamiento mediador con el vecino del Norte, donde, precisamente y dicho sea de paso, reside gran parte de la nación cubana.
El cristianismo es una religión de fe y de perdón. Y el papa Francisco ha peregrinado por toda América abriendo senderos de concordia no solo entre facciones políticas discrepantes, sino entre miembros de otras congregaciones cristianas, en busca del fortalecimiento de lo que, para todos, es la misma doctrina. ¿Pero cuál es, al margen de la fe, el principal empeño de este Papa?: el bienestar de todos los habitantes de América al abrigo de no importa el sistema de gobierno que los represente. Ha sido la exaltación del axioma martiano "Con todos y para el bien de todos". Es la guerra a las armas, no a la guerra con armas. Es el llamado a una paz verdadera, sin recelos ni hipocresías, que es el llamado a la cooperación y el desarrollo. Es también, ¿por qué no?, el llamado a la libertad. Pero la libertad tiene aristas múltiples: libertad de creencia, libertad de opinión, libertad económica, libertad sindical, libertad de prensa
Esperemos que las conversaciones privadas entre el papa Francisco y los presidentes de nuestro país y Estados Unidos, cuyos precedentes indican ser personas asequibles a ideas discrepantes de las suyas propias, sellen el pacto de prosperidad, orden, respeto y derechos que todo el pueblo de Cuba desea ostentar.
Pedro Armando Junco
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