sábado, 17 de octubre de 2020

Monedas de cambio

Ayer escuché decir a una vecina que cuando aumenten los salarios piensa hacerse rica…; y no he podido encontrar un término eufemístico más adecuado para calificarla que el de "imbécil". Porque, sin lugar a dudas ella padece minusvalía intelectual originada por ciertas disfunciones hormonales producto del picadillo de soya, las aglomeraciones "coleras" y el repetitivo eslogan del Noticiero Nacional de que todo va a salir bien.

Cierto es que en Cuba la mayoría de los cubanos tiene miedo o sufre la ignorancia desinformativa de seis décadas, pero no hay razón para que una profesional que ha superado la enseñanza media sea incapaz de poner a funcionar las pocas neuronas que le respondan

¿Qué pretende esta vez el Gobierno con Murillo y Alejandro Gil como portavoces? ¿Cree poder engañarnos por enésima vez con una devaluación monetaria que afectaría por igual a defensores como a opositores del Sistema?

Ya dimos la alerta y el consejo hace más de tres meses: abrir la economía. Sin embargo, prefieren que la hambruna se apodere de la población con toda su estela de enfermedades infecciosas por falta de alimentos e higiene, antes permitir que todo el que produzca se desencadene y libere del monopolio estatal por su cuenta.

La economía ha colapsado. Ellos lo saben. Todo un pueblo no puede vivir eternamente haciendo colas para adquirir migajas de alimentos. Y esas aglomeraciones se deben a la escasez de productos, que a su vez se deben al falso valor adquisitivo de los pesos cubanos, tanto CUP como CUC. El peso nacional se ha convertido ya en un vale sin fondo incapaz de servir a quienes lo posean.

¿Cuál fue la primera medida de respuesta?: abrir las injustas e inhumanas tiendas en MLC. Pero esto no es suficiente para mal alimentar a once millones de seres vivientes, a despecho del dolor de nuestros familiares en el exterior que con Trump al frente tendrán cada vez mayores dificultades para ayudarnos.

Ahora el último suspiro del ahogado: arrasar con los depósitos bancarios mediante una solución draconiana. Porque la multiplicación de los salarios por cinco veces, cuando nada se encuentra que comprar con dinero, equivale a la subida cinco veces también de los pocos productos que aparezcan, porque muchos de ellos se conseguirán solo en el mercado negro. No olvidemos que el pueblo de Cuba ha sobrevivido a sus necesidades perentorias gracias a este mercado que, en vez de vender por debajo del precio oficial como en otros países, multiplica los precios.

Pero analicemos este problema desde un punto humanístico: ¿Qué cubano hoy día no conserva, aunque sea una pequeña cuenta bancaria? ¿Qué profesional –en Cuba son varios millones– no ha separado a lo largo de su vida laboral una partecita de su sueldo y la ha guardado en el banco, con vista no solo al retiro, sino para alguna urgencia o proyecto, aunque sea vacacional?

¡Es allí donde duele! Y donde debe dolerle no solo a los opositores conscientes de las estafas que nos perpetran desde hace décadas; ahora va a doler a los defensores a ultranza que alguna vez creyeron que sus pesos en el banco estaban seguros.

En estas semanas que nos quedan por vivir, solo aquellos que piensan como mi vecina aspirante a millonaria, los tanqueros que hurgan por las tardes en los depósitos de basuras y los alcohólicos que cruzan tambaleantes frente a mi casa, no tendrán nada de qué preocuparse.

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