Lo sorprendente no es que el equipo de fútbol argentino discuta la final de la Copa del Mundo. Argentina es manantial y fuente de grandes futbolistas; ya en dos ocasiones ha alcanzado ese tan alto galardón. Tampoco es para sorprendernos que una victoria tal sirva de analgésico a la inflación y crisis económica que sufre ese pueblo en la actualidad, y que a la vez le conforme un impasse a la vicepresidenta del país para tomarse un respiro y buscar la fórmula de escapar a los seis años de cárcel a los que la han sentenciado.
Como bien descubrieron los romanos desde hace milenios, el pan y circo es la fórmula ideal para tranquilizar a las sociedades cansadas de su realidad.
Lo que sí me sorprende es que tantos cubanos se sumen a la fiesta -ajena y sin pan- que el régimen, no teniendo otra cosa que ofrecer, brinda por la televisión los partidos del evento en vivo y a todo color.
He visto a un vecino saltar y gritar con cada golazo de Messi, como si fuera él quién lo hubiese ejecutado, mientras en realidad el golpe más duro de la pelota, suena dentro de los estómagos estragados de miles y miles de cubanos carentes de tantas cosas elementales.
Qatar se enriquece una vez más con el turismo que le ha llegado desde cualquier rincón del mundo -menos desde Cuba- para disfrutar la Copa Mundial en vivo y personalmente. El cubano se conforma, con mirar el espectáculo por la televisión nacional.
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