Si alguien me preguntara cuál es el motivo por el que no asistiré a las votaciones del domingo 26 de marzo, respondería que no es por la falta de alimentos, por la escasez de medicinas, por la crisis del agua, ni por los mortificantes apagones. Esas son dificultades de coyuntura convencional que puede resolverlas el gobierno actual con un poco de empeño.
Pero si alguien piensa que el móvil de mi negativa a las votaciones del domingo son el desequilibrio entre precios y salarios, el deterioro de la infraestructura del país, la ineficiencia del transporte, la corrupción generalizada, más el resto de esa lista interminable de penurias desintegradoras de la sociedad, les diré que sí.
Ninguna de estas dificultades que ahogan a la nación cubana se resolverían o dejarían de resolverse mediante estas votaciones sin un cambio de régimen. Pues estas responden a una implementación partidista y gubernamental, cuyos intereses nada tienen que ver con las necesidades perentorias y urgentes de la ciudadanía.
Este gigantesco cúmulo de problemas que cada día agudiza más el diario vivir del pueblo cubano no se resuelve en un tablero de ajedrez moviendo fichas. Hay que promover un cambio profundo que evite un estallido social traumático y sangriento.
Yo, con la autoridad que me otorga el pertenecer como ciudadano a este país, propongo:
El reconocimiento oficial de una oposición pacífica, con todos sus derechos, libertad de reunión, de prensa, de movimiento, entre otras. La excarcelación total de los presos políticos. Un plebiscito vinculante, amparado por supervisión internacional que brinde dos opciones: continuidad del régimen monopartidista actual o cambio y multipartidismo. Y por último, elecciones, cuyos resultados sean reconocidos de inmediato.
Nos gustaría conocer la opinión de ustedes, déjennos saber en los comentarios.
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