¿Hasta cuándo hemos de soportar la humillación del silencio ante las detenciones arbitrarias de aquellos que levantan la voz para denunciar las mentiras, los abusos y los errores de un sistema fracasado y decadente, dirigido por una oligarquía que se oculta bajo el pseudo nombre de un partido?
Recientemente mantuvieron detenido en La Habana a Henry Constantin Ferreiro, director de este medio en el que escribo, por visitar "la capital de todos los cubanos". La detención ocurrió en los días de celebración de una Cumbre, cuando apenas hace una semana también lo detuvieron por pretender cubrir un juicio político.
¿Con qué moral un representante del régimen cubano puede dirigir un discurso al mundo en pro de la democracia, la justicia y la igualdad de derechos, sin que le quemen los colores en la cara? ¿Con qué arte mágico consiguen ocultar en sus discursos a los dirigentes de otros pueblos la miseria, la depauperación, las ruinas de un país en el que la mayoría de sus habitantes pretenden escapar?
Y entonces aparece el por qué de la persecución a la prensa libre e independiente, de las detenciones arbitrarias y el encarcelamiento político de más de mil personas, cuya puesta en libertad sería destapar una furibunda olla hirviendo, que daría al trasto con los oligarcas que nos mal gobiernan.
Como ya he dicho, suprimir la libertad de prensa es cerrar la boca a un pueblo y encarcelar por criterios políticos a quienes disienten, es encadenarlo.
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