En la madrugada de un día como hoy, hace 91 años, un poderoso huracán arrasó totalmente con el poblado de Santa Cruz del Sur, cobrando la vida a unas tres mil personas.
Sólo una casa de aquel pequeño pueblo de cinco mil habitantes pudo resistir el envate del catastrófico meteoro, porque las aguas del mar y la furia de los vientos no tuvieron un soplo de piedad, arrasando con 570 inmuebles.
El desastre de Santa Cruz del Sur ha sido marcado como la hecatombe natural de mayor envergadura que guardan los anales de la historia de Cuba. Las tragedias individuales que luego contaron los supervivientes nos hacen ver cuán pequeños y débiles somos frente a la naturaleza. Yo, que tuve el privilegio de recoger sólo una parte de aquellos testimonios, puedo asegurar que, cuando se leen, llenan los ojos de lágrimas.
Todavía los 9 de noviembre el pueblo santacruceño realiza una peregrinación hasta el cementerio que guarda los restos de algunas víctimas, porque muchos de los fallecidos aquel día desaparecieron en el mar o fueron sepultados en fosas comunes, ya que las aguas destruyeron hasta el camposanto del lugar.
Era 1932, en los meses finales del gobierno de Gerardo Machado, cuando una crisis económica ahogaba al pueblo de Cuba. Sin embargo —y esto suele silenciarse—, a pesar de todas las limitaciones del transporte en la época —a Santa Cruz del Sur sólo se llegaba por ferrocarril o vía marítima—, el presidente con todo su equipo de ministros visitó el pueblo en días posteriores y otorgó, para un nuevo asentamiento alejado del mar, 80 casas confortables que a casi un siglo permanecen en pie y sirven de testimonio.
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