Un día como hoy, hace más de siglo y medio, Cuba se estremeció ante el fusilamiento de ocho inocentes estudiantes de medicina en la ciudad de La Habana. La historia cataloga este hecho como una de las mayores injusticias cometidas por España en su apreciada colonia. Y lo digo así, porque Cuba era la niña de los ojos del imperio español; lo que sin embargo no bastó para detener el crimen.
En aquel patético juicio España jugó el papel de Poncio Pilatos, al sumarse a la furia y el fanatismo de una turba de insolentes y facinerosos cubanos. Pero no fue toda España, no. La España bondadosa estuvo representada en Federico Capdevila, el capitán que defendió con ahínco y valentía a los acusados y que, luego del juicio y ejecutados los asesinatos, rompió su espada públicamente en repudio a la injusticia.
El mismo hijo del periodista Gonzalo de Castañón —cuya tumba los estudiantes supuestamente habían profanado— desmintió los hechos años después.
La otra, la España vil, los condenó, siguiendo a aquellos furibundos nacidos en esta tierra, quienes exigieron con gritos y amenazas al gobierno español que fusilara a los indefensos muchachos. El cuerpo de voluntarios fue el encargado de silenciar las vidas de los ocho estudiantes, como escarmiento a los ánimos rebeldes que azotaban la isla tras la insurrección armada.
Tristemente, aún sigue entre nosotros esa estirpe de serviles, que reaparece en diferentes épocas de nuestra historia, pidiendo fusilamientos en los años sesenta del pasado siglo contra los disidentes de la estrenada revolución, en mítines de repudio contra quienes decidieron exiliarse veinte años después y engrosando las brigadas de respuestas rápidas que persisten hoy.
El mayor de los estudiantes fusilados tenía 20 años, y el menor 16. No puedo evitar pensar en los acontecimientos en Cuba luego de ser silenciadas, a la fuerza, las protestas del 11 de julio de 2021. ¡Cuántos jóvenes encerrados en cárceles como escarmiento a las revueltas! La analogía entre el régimen cubano y la metrópoli despótica es significativa y los que fusilaron, no muy distintos de los que en la actualidad apalean...
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