Aunque es muy poco humorística, debo contar la anécdota: Hace solo unos días, una distinguida profesional me confesó su intención de emigrar “aunque fuera para Samoyedo”. Como no soy muy ducho en geografía, quedé algo confundido por el extraño nombre del lugar, y apenas abrí mi computadora busqué en la Encarta el mapa de dicho territorio. Sé de muchos cubanos que, en su afán por abandonar la patria, han emigrado hacia Australia, lugar remoto para nosotros, pero donde se respira un ambiente saludable y se disfruta el nivel de vida adecuado para nuestros tiempos. Pese a ello, esa determinación migratoria de mi amiga, “aunque fuese para Samoyedo”, al norte de Siberia, donde solo habitan tribus nómadas que practican el chamanismo y viven al margen de la civilización entre renos y peces, me dio la medida de la desesperanza de los cubanos ante la inercia que nos maniata.
Eso me hace pensar que un cataclismo se cierne sobre Cuba: el cataclismo del éxodo masivo. La aniquilación de este pueblo debido al dilatado exilio que año tras año, semana tras semana, día tras día, durante más de medio siglo fracciona y dispersa por el mundo a los cubanos, da pie a que averigüemos el nombre de quien una vez aseguró que “cuando un pueblo emigra los gobernantes sobran”. Si acaso no se extingue la llama de la cubanía es porque, comparable al pueblo de Yahvé, ésta hinca sus uñas en la virtual creencia de que algún día regresarán a su tierra. El pueblo cubano, sin otro pecado que su ingenuidad, fue quebrado como una rama seca; y cada día más –, de manera semejante a los hebreos –, en forma de nómada, vaga por el mundo.
Es lamentable que quienes hoy dirigen el destino de nuestra patria no se den por enterados de que la Ley de Ajuste Cubano es la preanexión de Cuba a los Estados Unidos; que de continuar este intensivo éxodo, dentro de cincuenta años más, a lo sumo, la población cubana y su descendencia será mayor en Norteamérica que en la desolada Isla. Y entonces no tendrá necesidad el “Imperio” de una anexión forzada militarmente, porque de hecho ya se habrá consumado.
Ahora se dice por los medios oficiales que se espera un envejecimiento poblacional muy peligroso para la tercera década de este siglo. Se enmascara esta catástrofe social en dos factores: la longevidad alcanzada por el pueblo cubano –alrededor de 76 años de vida como promedio ¿? –y la disminución de nacimientos. Ambas afirmaciones puede que sean ciertas. Pero lo que no se dice es que una gran parte de la juventud de este país, necesitada de nuevos horizontes donde desarrollar su futuro, trata de emigrar hacia sociedades más abiertas y prósperas que la nuestra. Un alto por ciento de esta juventud lo consigue en corto, mediano o largo plazo, causando un daño irreversible tanto a la patria que los vio nacer como a su propia familia.
Pedro Armando Junco
Fragmento del primer capítulo del ensayo inédito
Medio siglo más tarde
del propio autor.
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