miércoles, 22 de junio de 2011

Referencia cruzada

Referencia cruzada.

Carta a la Dirección del Gobierno de la ciudad de Camagüey

Hace casi dos mil años el frigio Epicteto fue esclavo en Roma. Su poderoso amo sentía aversión por él porque, estoico al fin, todo lo soportaba, pero no por ello callaba los errores de su dueño, y constantemente recriminaba sus malos manejos. Cierta vez, cansado el amo de soportar sus impertinentes recriminaciones le tomó por una pierna y comenzó a retorcérsela. Epicteto, resignado y obediente se dejaba hacer, pero le advertía:
–Si la continúas torciendo, me la partirás y te seré menos útil.
Haciendo oídos sordos, su dueño continuó doblándola, hasta que ¡tras!, le partió el tobillo.
–Te lo dije –, le comentó resignado el filósofo –, que me la partirías…y ahora te seré menos útil.
Epictero murió cojo a los 79 años.

Ahora me dirijo a ustedes con todo el respeto que se merecen como dirigentes de esta ciudad. Utilizo este medio, porque estoy convencido de que es una manera muy segura para llegar a sus oficinas, cuyos vínculos con Internet son más propicios que al resto de la población camagüeyana. No habré colgado bien esto en mi blog y ya estará en camino de llegar a sus manos.
En este momento me motivan dificultades que no afectan solo a mi familia, sino a la comunidad en que vivo, porque percibo en la población cierta inquietud poco habitual en ella. Y no es ocurrencia mía –parodiando a Friz Suárez Silva –que el vecindario esté al borde del “explote” a pesar de ser nuestro pueblo trabajador, paciente y heroico.
El alto costo de los alimentos es inaudito: recientemente subieron el precio hasta a la brutabomba (o papaya), de tal manera que un hombre honrado que alcance una mensualidad salarial de 350 pesos (14 CUC) tiene que dedicar dos jornadas de trabajo para comprar una de estas frutas cuyo peso alcance las 10 libras. Por ejemplo, la carne de cerdo en estos últimos días se ha disparado y escasea; el plátano “burro” se ha vuelto perspicaz al colocar su valor casi a un peso la libra, y a la cebolla le faltan solo centavos para hacer llorar al consumidor por alcanzar los cinco pesos la libra.
El “ponedor” de precios estatales no tiene en cuenta que, cuanto más eleve el costo de las mercancías de primera necesidad, más las subirán los vendedores por cuenta propia o “merolicos” autorizados. Este compañero –o grupo de compañeros “ponedores” de precios –que coloca importes tan altos, ¿está haciendo lo correcto en busca del bienestar ciudadano y vive su familia dentro de los límites lícitos de una sociedad igualitaria? ¿Salen estas cuentas del Comité de Finanzas y Precios de la provincia, o es una orientación nacional? La realidad es que esta situación, como ustedes conocen, no permite vivir honradamente a nadie y hace proclive al delito e ilegalidad una población dócil y heroica –repito –como la nuestra.
El otro asunto que me impulsa hoy a escribir esta carta es el grave e inquietante problema del agua, líquido tan vital como los alimentos, que viene faltándonos hace dos semanas aquí, en el centro de la ciudad, en pleno casco histórico, donde vivo, y que puede ocasionar una epidemia por la falta de higiene.
Se dijo por la radio que la planta potabilizadora de esta ciudad registraba desperfectos en el bombeo de agua potable. En realidad no escuché la noticia porque nuestra emisora provincial es muy eufórica, y cuando enfrento los éxitos que allí se cuentan con las dificultades cotidianas que se afrontan en el quehacer diario, apago el receptor. Pero, ¿dónde queda la responsabilidad del Gobierno municipal, de Acueducto y Alcantarillado y de esa pléyade de dirigentes con respecto a la familia del trabajador común y corriente, colmada de niños y ancianos, que carecen de buena agua para beber y cubrir las mil necesidades hogareñas? ¿Y qué decir de los que tienen una persona mayor postrada y deben mantener su higiene y alimentación? ¿De qué recursos disponen para comprar agua y alimentos? El salario promedio no cubre estas necesidades.
Hasta ahora hemos estado supliendo nuestras carestías a la buena de Dios, con los últimos pocos aguaceros; pero esa agua recogida de los techos no es potable y puede contener también bacterias dañinas para la salud del pueblo. Los vendedores ambulantes, sudorosos y proletarios como todo el pueblo, no pueden regalarnos sus tanquetas, y el costo diario de agua bebible alcanza los 10 o los 20 pesos. ¿Quiénes pueden mantener este gasto diario? Las pipas estatales se ven poco por la calle y hasta se dice que para conseguirlas hay que utilizar los manejos no lícitos que desconozco.
Vuelvo a preguntar, compañeros dirigentes: ¿quién, cuándo y cómo se va a resolver este problema?
Atentamente,

Pedro Armando Junco

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