lunes, 17 de octubre de 2011

¡Viva el cepillo de dientes!

Hace pocos días la periodista Maráis Suárez consiguió que le transmitieran por el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana un trabajo sobre el precio excesivo (diez pesos) de los cepillos de dientes. Esta es una queja muy reiterada en la población desde hace años, y se hizo pública en el 2007 gracias al valiente y talentoso jovencito Eliécer Ávila, nativo de Puerto Padre, estudiante de la UCI (Universidad de Ciencias Informáticas). Ese día Eliécer Ávila rompió el celofán de las restricciones a la crítica un tanto nervioso, pero emplazó al presidente de la unánime Asamblea Nacional con esta queja y muchas otras que nos dejaron con los ojos cuadrados y muy preocupados por el futuro del muchacho. Tocó temas tan peliagudos como el derecho de la ciudadanía a viajar al exterior, aunque no pronunció las palabras “carta blanca” –permiso, o visa a la inversa que otorga solamente el Ministerio del Interior para que un ciudadano común pueda viajar fuera del país –. Propuso la interrelación más estrecha entre dirigentes y pueblo, así como el derecho de todos a conocer los proyectos, gastos y ganancias en los ministerios y, en general, de la nación; cuestión a la que tampoco tiene alcance ningún cubano, incluyendo a dirigentes que estén por debajo de la elite nacional. Eliécer abordó el debatido tópico de Internet, tan discutido en voz baja, sobre todo, por los intelectuales. Pero su primer cuestionamiento fue el de los cepillos de dientes y el insuficiente valor adquisitivo de la moneda nacional para adquirirlos: veinticinco veces por debajo del valor necesario para comprar artículos de primera necesidad en las llamadas shoping.
No obstante, el hecho puso de manifiesto que en Cuba sí es posible la crítica y hasta plantó la duda de que no existan oídos receptivos a los más altos niveles, pues a partir de entonces se colocaron a la venta artículos nunca antes exhibidos en el mercado nacional como es el caso de los DVD –por citar solamente al más peligroso por su propensión al diversionismo ideológico –. A partir de los señalamientos de Eliécer Ávila, algunos de los cubanos de a pie pudieron tener acceso a hoteles para turistas y algunas otras “prebendas” vedadas hasta entonces al ciudadano común y corriente. No está demás reseñar que el derecho a estas “prebendas” no tuvo nada que ver con una mejoría económica poblacional, sino todo lo contrario, pues dichos “gustos” se pagan con el peso duro, o sea, el que vale 25 veces más que el que recibe la población como salario, y un día en un buen hotel de la playa por persona, cuesta alrededor de dos o tres meses de salario íntegro.
Esto, sin embargo, repito, hizo pensar que ambas cosas: crítica y oídos receptivos irían juntos a partir de ese momento y se comenzarían a vislumbrar cambios urgentes muy positivos.

Por su parte, el reciente trabajo de Maráis Suárez confirma lo que ya expuse en pasadas ocasiones: la necesidad de un periodismo respetuoso, pero muy crítico; con la verdad sobre el tapete. Maráis tuvo la audacia de calzar su señalamiento con la aprobación científica de un especialista que catalogó al cepillo dental como un artículo de salud –o sea, como un medicamento más –puesto que gracias a él la profilaxis bucal tiene sentido.
Ahora el cuestionamiento: ¿y qué hay con la esposa del cepillo de dientes: la pasta dental (ocho pesos)? ¿Y qué con sus primos hermanos, el jabón de baño (cinco pesos), y el de lavar (seis pesos), ahora unidos en la liberación de la cuota básica subvencionada, y viendo en la televisión el anuncio que dice: Lávese bien las manos antes de preparar los alimentos y después de ir al baño. Proteja su salud y la de los demás?
Y saliéndo tan solo un poco de los artículos que se expenden en las farmacias, pues la manutención es tan imprescindible para la salud como ellos, ¿puede una población proletaria con un salario promedio de alrededor de diez pesos por jornada, mantener un nivel de vida decoroso con estos precios si le sumamos que no solamente de lavarse y cepillarse vive el cubano, sino de una nutrición que requiere aceite vegetal –a 60 pesos el litro –, carne de res –a 75 pesos la libra –, y tantos alimentos más, imprescindibles para no morir de inanición o caer en otro período de neuritis periférica y contraer otras enfermedades propias de una depauperación prolongada?
La crisis cubana está prioritariamente en lo económico, y dentro de esto en la adecuada alimentación asequible a todos los bolsillos. El círculo vicioso que envuelve hoy al cubano de a pie es que no le pagan salarios adecuados a sus necesidades, y por lo tanto no quiere trabajar. De allí el aforismo popular: “El Estado hace como que nos paga y nosotros hacemos como que trabajamos”.
Ese congelamiento salarial frente a una moneda que se devalúa en picada todos los días es el caldo de cultivo para los delitos de desfalco, hurto, asalto, estafa, robo con fuerza, asesinato, etc. Pero lo que no permite vislumbrar una mejoría inmediata es la política de oídos sordos a la crítica, por más respetuosa que esta haya sido, por parte de destacados periodistas cubanos que han puesto el dedo sobre la llaga. Han pasado cuatro largos años desde que Eliécer Ávila tuviera la osadía de plantear al presidente Alarcón todos aquellos problemas acuciantes y la mayoría de ellos continúan sin solucionarse. Ya Venezuela facilitó la fibra óptica y aún no hay Internet en los hogares cubanos. La carta blanca permanece en vigor, violando uno de los más elementales derechos humanos: el de salir libremente del país de origen. La doble moneda persiste, humillando el bolsillo del trabajador honrado. El pueblo marcha a ciegas sin conocer los proyectos futuros, las entradas y salidas de la economía nacional y se habla de una mejoría que no aparece por ninguna parte. Mientras tanto, el cepillo de dientes mantiene todavía su valor de jornada de trabajo.

Pedro Armando Junco

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