miércoles, 4 de abril de 2012

¿Nunca segundos Papas fueron buenos?


Esta frase que parodia la célebre enseñanza cervantina, es muy aplicable a la visita papal de la semana pasada. ¡Claro que con signos de interrogación! Es un cuestionamiento que todavía determinados ciudadanos se hacen, aunque ya gran parte de la población ha lanzado su veredicto. Unos dicen que sí y otros dicen que no.
Lo cierto es que –a mi modo de ver –, cuando un país es visitado por la máxima personalidad del Vaticano, la población católica de ese lugar se reconforta, se alegra, se siente halagada. Es más, los cristianos que militan en diferentes sectas, lejos de sentir envidia por el suceso, ven en ello una tonificación del cristianismo que, a pesar de sus diferencias, reafirma la fe evangélica que todos impulsan. También es de reconocer que, casi siempre, cuando un país es visitado por la máxima personalidad del Vaticano, se debe a que ese país necesita ayuda espiritual, paz interior, reconciliación nacional y, sobre todo, mucho consuelo. 
A México le urge detener esa cadena de asesinatos que roba la vida ya a miles de personas. Necesita llevar los asesinos a la cordura y a los familiares de las víctimas al perdón. La visita papal seguramente les habrá traído algún paliativo humanista, y no serán pocas las almas sanadas. Puede que los asesinatos y el odio continúen, pero estoy seguro de que algunas almas enfermas han revivido su fe.
Y, ¿por qué a Cuba? ¿Por qué a una nación que hace apenas tres lustros visitara un Sumo Pontífice?
La visita anterior sirvió de mucho. Juan Pablo II nos dejó una frase inolvidable: “No tengáis miedo”. Con dicha expresión nos enseñó a no temer a lo que no hay por qué temer: a decir nuestra verdad; y desde entonces muchos hemos aprendido a desterrar la autocensura y la doble moral que tanto ha venido dañando a la ciudadanía cubana desde hace más de medio siglo. Nada es tan denigrante y devastador para un pueblo como expresar lo contrario de lo que siente y pedir lo antagónico de lo que desea.
Dicen que el Papa declaró antes de llegar a Cuba, que el comunismo había fracasado en el mundo. Dicen también que el gobierno cubano puso el parche antes de que saliera el tumor y comentó que la visita papal nada tenía que aconsejar a los lineamientos comunistas de la nación. Dicen por ahí que ambas partes dejaron caer al descuido, con palabras más distinguidas que estas mías, eso que en argot popular se conoce como “puyitas”.
La misa en Santiago de Cuba se recordará más por el “camillazo” que le dieron al disidente que burló el cerco de protección y gritó frases denigrantes contra el Gobierno, que por la homilía del Vicario de Cristo. Las conversaciones de ahora salvaron el Viernes Santo como las de antaño salvaron el Día de Navidad.
Existen expectativas de muchos con respecto a los cambios políticos y sociales que probablemente veremos en un futuro cercano, aunque debemos reconocer que el reino del cristianismo no es de este mundo; que la misión de la Iglesia de hoy es ofrecer ayuda –sobre todo espiritual –a todo el que la necesita, sin inmiscuirse en el gobierno de las naciones, porque en siglos anteriores, cuando la Iglesia se situó por encima de los reyes, se cometieron barbaries abominables que no es bueno siquiera recordar. Debe quedar muy claro que los problemas espirituales son de ella y los políticos y sociales pertenecen a la sociedad cubana. Reitero: a la sociedad cubana, no a una pequeña parte de la sociedad cubana. La iglesia ofrece el equilibrio y la paz al espíritu; queda al Gobierno ofrecerle al pueblo la oportunidad de participar –a todos por igual –en la restauración de un país desequilibrado social y económicamente.
Esta visita no tuvo el auge, ni la elegancia espiritual de aquella que conmovió a todo el pueblo cubano hace quince años. La personalidad, inteligencia y carisma del Papa anterior demorará siglos en ser igualada por otro Pontífice. Y si a esto sumamos que el Gobierno cubano aprendió a recibir visitantes de esta índole, podemos estar de acuerdo con el célebre axioma de Miguel de Cervantes.

Pedro Armando Junco

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