jueves, 24 de mayo de 2012

Crítica del periodismo radial y la prensa de Camagüey y la sordera endémica de dirigentes agramontinos


Todas las mañanas, mientras mi niña se prepara para asistir a la escuela, escuchamos “Camagüey al día” programa matutino de la emisora provincial Radio Cadena Agramonte. Últimamente se han hecho comentarios editoriales, a nombre de la emisora, que alegran muchísimo y hacen pensar que están del lado nuestro, quiero decir, del lado de la comunidad, del lado del pueblo que habla en voz baja y pocas veces se le escucha.
Me gustó muchísimo el comentario sobre el callejón Mojarrieta. Hasta me sentí adelantado, pues pensaba escribir sobre el mismo. Solo difiero en que su condición de callejón letrina, donde el aire tiene la permanencia de ácidos urinarios y la acera reseca defecaciones humanas, no solo afecta a los turistas, como se dijo por la emisora, sino a todo cubano que por necesidad tiene que caminar esos cincuenta metros apestosos. Ya hasta una foto le había tomado al hueco de la esquina por donde han caído personas y bicicletas y se ha convertido en amenaza pública, mientras los que tienen que ver y oír están ciegos y sordos.
Muy bueno el comentario de la emisora, aunque nuestro periodismo aún se reversa el temor a plantear soluciones costosas para el Gobierno. La medida a tomar puede que sea la limpieza y custodia del área señalada, pero dado el caso de que esa arteria es la más oscura y tal vez la menos transitada de todas las que salen de la principal plaza de la ciudad, donde se efectúan las más importantes actividades recreativas y culturales nocturnas, lo ideal sería que el Gobierno construyera un baño común que dé cobertura a los cientos –y hasta miles –de asistentes a dichos actos. Terminado ese proyecto, y puesto a la disposición del público, cuando ningún ciudadano tenga necesidad de acudir a la indisciplina para evacuar sus excrecencias, es entonces cuando se debe actuar impositivamente contra el uso del callejón como servicio sanitario. Esto sería una contribución a “Camagüey 500”.
Otro comentario muy halagüeño fue el que hicieron sobre la última medida tomada por la Empresa Eléctrica al prohibir, a quienes leen los relojes de consumo, informar a los residentes el monto originado durante el mes en curso. Es algo tan humillante como infructuoso y absurdo, pues el consumidor que desee conocer el resultado oculto, no tiene más que leer su reloj y restar el gasto del talonario anterior para obtener el saldo preciso. Es como si a la hora de liquidar nuestra cuenta en una tienda, el cajero se negara a ofrecernos el recibo. Si a esto unimos el cambio de relojes en perfecto estado por otros más difíciles de adulterar, el asalto imprevisto a los hogares para requisar los metrocontadores y tomacorrientes uno por uno, con el propósito de verificar si sus dueños están robando electricidad, demuestran a las claras la certidumbre de los directivos de la tal Empresa de que un alto por ciento de la población sustrae ilícitamente electricidad en sus hogares. Soy de la opinión de que más le valdría a esos Directivos buscar el porqué el pueblo comete este delito. Más lógico, humano y sensato –y esto no se atrevió a decirlo la radio camagüeyana –sería ofrecer precios más equilibrados entre el salario común de la ciudadanía y el disparado costo de la corriente eléctrica en las zonas residenciales, multiplicado quince veces cuando los poderes adquisitivos continúan siendo los mismos.
Pero el mejor comentario lo encontré hace apenas un mes en el periódico Adelante. Fue un artículo del profesor Eloy R. Corcho Vergara, publicado el sábado 7 de abril, intitulado El directivo socialista, servicio público y comunicación:

“¡Qué doloroso resulta ver hoy cómo dirigentes y funcionarios que se llaman socialistas pasan por alto los valores que queremos para nuestra sociedad (…)!
“Da pena leer la sección “Acuse de recibo” de Juventud Rebelde, o Catauro, en Adelante,  o escuchar Meridiano, en Cadena Agramonte. Tal parece que existe una categoría de personas, que por los cargos que ocupan se sienten por encima de todo y de todos, y esa condición los libera de prestarle atención que desde su entidad está dañando, sin sentido y sin razón, la existencia de cualquier ciudadano común. Se ven a través de las denuncias verdaderos atropellos, la creación y desatención de problemas, la falta de sensibilidad, muchas veces expresada mediante respuestas banales, y otras tantas ignoran al demandante con el más sepulcral de los silencios.
“¡Qué daño le hacen al socialismo! Generan una ruptura de la comunicación entre el ciudadano y la institución que dirigen y obligan a que aquel busque la voz de los medios para hacerse escuchar. Incomunicación que se asienta en la pérdida de credibilidad y que es la madre de esa frase que rompe, como una puñalada, el corazón de todo verdadero revolucionario: “A esto no lo tumba nadie, pero no lo arregla nadie”.
“El artículo 63 de la Constitución de la República de Cuba plantea: Todo ciudadano tiene derecho a dirigir quejas y peticiones a las autoridades y a recibir atención o respuestas pertinentes y en el plazo adecuado conforme a la ley”.  

¡Bravo! Bravo por un periodismo libre de temores, y autocensura! Pero todavía nos queda por resolver un problema que abordé en un artículo anterior y que es “la sordera endémica de nuestros dirigentes”, quienes no deben olvidar jamás que José Martí, el Autor Intelectual del Moncada, dijo: “Hacer es la mejor manera de decir”.

Pedro Armando Junco

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