martes, 22 de enero de 2013

Ciudadanos de a pie II parte.

Aunque he recibido congratulaciones por el artículo Ciudadanos de a pie,  no he quedado conforme al referirme tan solo al gremio de la Salud Pública. Otros sectores centralizados por el Gobierno sufren iguales y hasta peores consecuencias económicas que los médicos y el personal de salud. A mi entender, los educadores están muchísimo por debajo de acuerdo a la labor que realizan, a pesar de ser la base fundamental de crecimiento como pueblo civilizado. Sin educadores, ni médicos tendríamos. Los dos pilares básicos de una sociedad moderna son educación y salud. No en balde los artículos 25 y 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos los proyecta categóricamente.
Pero hay otros sectores poblacionales que sufren las mismas consecuencias que la salud y la educación en Cuba, porque el mal está generalizado desde el momento en que la inflación de los artículos de primera necesidad, monopolizados por el Estado desde comienzos del Gobierno Revolucionario, no ha tenido una acorde evolución con respecto al salario de cada trabajador. Al encarecer los artículos y los sueldos continuar siendo los mismos o, para ser más exactos, al encarecer los artículos en un diez y aumentar los salarios en un dos, la equidad proporcional se fue a bolina, remachando el clavo la creación de la doble moneda. Así, de un solo tirón, se redujo el peso cubano a un valor adquisitivo de cuatro centavos.
Al margen de las buenas intenciones de nuestro Gobierno, la mayor pifia ha sido colocar en sitios directivos a personajes que rompen, enmascarados tras un excesivo celo revolucionario, con lo que sería desde el principio el objetivo principal de la Revolución: la unidad con el pueblo. Según los teóricos de la Revolución, esta se debe al pueblo, esta se sustenta en el pueblo. Y si Revolución y pueblo son una misma cosa, ¿cómo puede entenderse que dentro de la nomenclatura estatal echen raíces elementos que todo lo que hacen sea para fastidiar la ciudadanía? De tal manera, esto ha provocado una nueva división de clases: pueblo y dirigentes. Y ya el concepto de esta clase de pueblo pobre y limitado ha tomado nombre: ciudadanos de a pie.
El principal ejemplo de estos elementos que desprecian a la población de a pie lo tenemos en el Comité Estatal de Fianzas y Precios. ¿Puede hacérsele creer a un ciudadano común, por poca capacidad intelectual que posea, que un bloque de terracota que cuesta dos pesos se le venda a catorce y haya equidad en ello? Y, según un eufórico directivo nacional, ¿puede hacérsele pensar a ese mismo ciudadano que está intentando mejorar su vivienda, que un saco de cemento a 90 pesos es una ganga? ¡Claro que seguramente este funcionario vive como un millonario! Seguramente todas las necesidades de su familia están cubiertas con una serie de prebendas y “conexiones” interdireccionales agregadas, que nada tienen que envidiar a Bill Gates y al rey de Arabia.
Pero lo más irritante de estas disposiciones es el aferramiento por parte de quienes las disponen en hacerle creer al individuo ultrajado que lo hacen por su beneficio, como el cura que pide confesión y arrepentimiento al reo un momento antes de ser ejecutado.
La lista se haría interminable, tediosa y corrosiva si pretendiese en este pequeño espacio aglutinar todos los artículos de venta estatal con precios injustos e injustificados. Sería mortificante y explosivo detallar uno por otro el equivalente entre salario, costo de producción y precio de venta a la población de los artículos de primera necesidad. Si la inflación ha disparado los precios, ¿por qué no dispara los salarios de los hombres que trabajan y producen? ¿Por qué un funcionario ha de ganar más que un profesional? No necesitamos ser especialistas en economía para darnos cuenta de que el alto costo de los productos alimenticios los implanta el Estado, arbitrariamente, porque si una fruta bomba costara en una placita estatal solo el 20% por encima de a como se le pagó al productor, ningún revendedor podría venderla a cuatro pesos la libra. Y por demás, se pretende hacer creer al trabajador que los estafadores son los revendedores particulares –que a fin de cuentas son parte de ellos mismos –mientras se devoran unos a otros.
Si en vez de ofrecer mortadela, picadillo de soya, masa cárnica, masa de croquetas, masa de chorizos, etc., etc., etc. se vendiera la carne con que –supuestamente –se fabrican esos embutidos, habría un ahorro sustancial en mano de obra y el pueblo vería objetivamente lo que se come; si en las pescaderías se comerciaran los productos proteicos y sabrosos de la plataforma insular de nuestros mares, apetecidos y nunca vistos por el pueblo –no es noticia para nadie que Cuba es una isla tropical rica en inmejorables especies marinas –, en vez de despachar a precios elevadísimos clarias y tilapias de agua dulce de pésima calidad y poca aceptación en nuestras cocinas; si dejaran a un lado la prohibición del sacrificio y comercio de la carne de res, los mariscos y todo lo que hoy es prohibido como la marihuana; si no se persiguiera más al traficante de estos productos como si de mercader de estupefacientes se tratara, terminaría en Cuba el principal flagelo que la azota y la ridiculiza ante el mundo: el hambre.  
El día que esto se lleve a cabo nuestra población estará no solo mejor alimentada y altamente protegida ante enfermedades como el dengue, el cólera y el paludismo, sino que el pueblo vivirá más contento y menos impelido a las ilegalidades o a marcharse del país. De hecho –y esto ya lo he dicho en otras ocasiones –el día en que se deroguen estas prohibiciones absurdas y contraproducentes, en vez de disminuir, se acrecentará la masa ganadera del país y el trabajador acometerá sus deberes con mayor brío.
A pesar de la crisis que atravesamos, la nueva dirección que encabeza Jorge Luis Tapia ha realizado cambios muy acordes a los que se propone la actual administración del país. Hay quienes aseguran que este directivo casi no duerme, que sobrevuela la ciudad para descubrir el último recoveco por salvar, que escucha en medio de la calle a cualquier ciudadano que desee hacerle un planteamiento y ofrece consultas a cualquier hora y en cualquier sitio. Se han asfaltado muchas calles que hacía años no veían un mantenimiento. Se realizó una limpieza integral de basuras y escombros como nunca antes se recuerda. Sorprende directivos ineficientes y los sustituye. Y la población estaría satisfecha si todos los nuevos dirigentes actuaran de manera similar.
Pero hay cuestiones que escapan de sus manos, porque vienen desde un nivel superior donde también se esconden camadas de burócratas ansiosos porque nada cambie a despecho de que la Patria se hunda. Sé que habrá a quienes no les guste este tratado porque de llegar a realizarse lo que aquí solicito, esa masa de ineptos burócratas que desangra al Estado tendrá que buscarse el sustento con el sudor de su frente, como reza en el Antiguo Testamento y solo quedarán en la dirección del país, de las provincias y de los municipios, aquellos que verdaderamente se desvelen por servirle al pueblo como hoy hace el Secretario del Partido Provincial.
Nunca olvidemos que Einstein, quien rechazaba al capitalismo por injusto, dejó escrito:

La realización del socialismo exige resolver algunos problemas socio políticos de gran dificultad. Dada la centralización del poder político y económico, ¿cómo impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante?

He allí el dilema.

Pedro Armando Junco





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