Este es el título de un
amplio dossier en el que la revista Espacio Laical recogió las opiniones de cinco destacados
intelectuales del país.
Por supuesto, esta
prestigiosa revista nacional, auspiciada por la iglesia católica, tiene su
sitio en Internet y puede encontrársele en su web. A pesar de esto, opino
que no es superfluo resaltar, a modo de resumen, la opinión impactante de uno
de estos cinco entrevistados, con quien estoy totalmente de acuerdo: el
politólogo Esteban Morales.
Este trabajo que
presento ante ustedes es un extracto de sus parlamentos; y he tomado lo que me
ha parecido fundamental de dichos enunciados. La objetividad y franqueza de
este intelectual cubano, a mi modo de ver, sienta las bases para que, junto a
otros de igual prestigio como el sicólogo Manuel Calviño, haga reflexionar a
personalidades de las altas esferas del país y se efectúe el cambio de
mentalidad que tanto urge.
Al ser interrogado sobre
qué elementos caracterizan a la prensa cubana actual y algunos otros cuestionamientos,
Esteban Morales responde:
Tal
parece que más que informar al público, su interés mayor es agradar a aquellos
que se afanan por presentar solo el rostro positivo del país.
Se
repite constantemente por la radio, la televisión y la prensa escrita, un mismo
esquema informativo. De modo que si usted ve la revista de la mañana en
televisión y escucha la primera emisión mañanera de Radio Reloj, prácticamente
se puede ahorrar la lectura del periódico.
No
son los periodistas, ni siquiera la dirección de los distintos medios, los que
trazan esa política y deciden lo que debe ser dicho y cómo debe decirse, los
que debaten la estrategia ni deciden lo que se publica. Los periodistas no
pueden influir en nada en su estrategia, ni siquiera a veces atreverse a dar
sus opiniones. Solo obedecer. Y eso no lo digo yo, lo han dicho periodistas de
los propios medios.
Se
trata de una prensa que más de 40 años después de haber asumido un esquema
informativo, no lo ha abandonado, y se ha quedado desactualizada y a gran
distancia de lo que el público de hoy, más instruido y culto, necesitaría
recibir. Este esquema parte de dos premisas; una de que aquellos a los que va
dirigida la información, son poco menos que ignorantes, no tienen capacidad de
discernimiento y análisis y deben ser orientados. La otra, de que no tienen
otra vía para informarse y solo conocerán lo que nuestra prensa les suministre,
con los análisis que incluya. Ambas premisas son erróneas. La población cubana
actual es mucho más instruida y culta que la de los años sesenta y tiene
suficiente cultura y perspicacia política para analizar la información que
recibe.
El
principal y más peligroso resultado es la desconfianza en la veracidad de lo
que se publica. El lector común ha perdido la confianza en la información tanto
nacional como internacional que se brinda.
Y lo más grave es que esta desconfianza no se circunscribe a la prensa,
porque se identifica esta con el Gobierno y el Partido, que es quien la dirige,
por lo que también afecta la credibilidad de estas instituciones. Un dramático ejemplo ilustrativo de este
resultado es la desconfianza generada en la información internacional después
de la debacle del socialismo en Europa. Recordemos que la URSS y los países socialistas
eran presentados siempre en nuestra prensa como paraísos sobre la tierra.
Sorpresivamente, la población conoció que existían problemas de los que nunca
se les había informado y que dieron al traste con ese sistema. Así, un
acontecimiento tan traumático para el país constituyó también una inmensa deuda
de nuestros medios informativos y entronizó la duda en la población sobre las
informaciones de los acontecimientos internacionales de hoy en día, como los
sucesos de Libia y, actualmente, los de Siria.
Nuestra
prensa continuamente pierde espacio y prestigio, también para informar sobre
Cuba, más allá de nuestras fronteras, porque su política es “vender”
externamente un país que no es el que realmente existe, ni el que conocen los
que nos visitan, ni mucho menos, el que vivimos “los cubanos de a pie”.
Quiérase
o no, está emergiendo una prensa, que apoyada en las nuevas tecnologías, está
copando paulatinamente los espacios informativos. Prensa en la que el lector se
va interesando de manera creciente. Son los blogs, los sitios webs apoyados por
centros de debate, como Temas, Criterios, Observatorio Crítico, La Ceiba, Espacio Laical,
Cofradía de la Negritud,
Moncada, Boletín SDP y el correo electrónico, que dispersa a toda hora un tipo
de información más realista, revolucionariamente crítica, de más nivel
intelectual, que se corresponde mucho más con lo que la gente siente que debe
recibir. Que se parece mucho más al tipo de periodismo que necesita la sociedad
cubana dentro de un momento como el que se vive hoy en el país.
A
pesar de todo ello, por razones que en el fondo aún son desconocidas, se limita
el contacto con Internet, no se sabe donde está el cable de fibra óptica y solo
un porciento ínfimo de ciudadanos dispone de correo electrónico. No obstante,
la dispersión de esa nueva prensa es asombrosa.
Se
hacen campañas demonizando a Internet, lo que trae como resultado una
“reaccionaria y retrógrada oposición” al avance de las nuevas tecnologías.
Dudo
mucho que en el futuro nadie se atreva a repetir el ridículo de desarrollar
nuevamente una campaña de demonización como recientemente se desplegó por la
televisión nacional sobre Internet y las nuevas tecnologías. Que como es de
imaginar, no tuvo ningún impacto y a la gente “le entró por un oído y le salió
por el otro”. Porque, por suerte, tenemos un pueblo bastante instruido y con un
apreciable nivel cultural, al que no se le puede dar “gato por liebre”.
La
prensa tendría bajo su responsabilidad ser la voz crítica de la sociedad civil
y el freno a todos los potenciales excesos que contradijesen el desarrollo
económico, social, político y cultural del país. Dentro de un equilibrio
democrático, sustentado en un poder elegible, compartido por todos los
ciudadanos en igualdad de condiciones. Lo que sería la base de su poder dentro
de la sociedad.
Luego de leer la exposición de
Esteban Morales sobre la prensa cubana actual y su impostergable cambio, nada
más me queda por agregar.
Pedro
Armando Junco
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