martes, 29 de octubre de 2013

Un buen comentario del profesor Gavira



Uno de los más fieles seguidores de mi blog es el profesor de inglés Alberto Gavira. Vecino y amigo, me pide siempre le haga llegar mis post por correo electrónico, puesto que, igual a la inmensa mayoría del pueblo de Cuba, no tiene acceso a Internet.
En esta ocasión me envía una simpática misiva que por su acertado contenido social voy a poner a continuación para deleite de todos, tal como ha llegado:

Estimado Pedro: te envío este artículo para que puedas sacarle partido y lo publiques en tu blog. Saludos, Prof. Alberto Gavira.

Los deseos primarios de toda persona son progresar y ser feliz; muchos piensan que una forma efectiva de lograr esos anhelos es la riqueza. Así como hay personas pobres y ricas, hay países con iguales características. La diferencia entre unos y otros no está en el tiempo durante el cual han sido habitados; así lo demuestran casos como los de India y Egipto, que albergaron grandes civilizaciones hace miles de años y hoy en día son pobres como Cuba que en estos momentos es uno de los países más pobres del mundo y con una abultada deuda externa. En cambio, Australia y Canadá, que hace poco más de ciento cincuenta años eran territorios casi deshabitados y desconocidos, son ahora países desarrollados y ricos.
La diferencia entre los países pobres y ricos tampoco está en los recursos naturales con que cuentan. Japón (con la destrucción derivada de dos bombas atómicas, por ejemplo) tiene un territorio muy pequeño, del cual el ochenta por ciento es montañoso, no apto para la agricultura ni la ganadería; sin embargo, es una potencia económica mundial que, a manera de inmensa fábrica flotante, recibe materias primas de todo el mundo y las exporta, transformadas, a buena parte del planeta, obteniendo de ello riquezas.
Suiza no tiene océano, pero cuenta con una de las flotas navieras más grandes del mundo; no tiene cacao, pero fabrica el mejor chocolate (de forma privada); en sus pocos kilómetros cuadrados se pastorea y cultiva solo cuatro meses al año, ya que en los demás las condiciones climáticas no son favorables, pero produce los mejores lácteos de toda Europa (en fincas privadas). Al igual que Japón, un país sin recursos naturales que exporta bienes y servicios de excelente calidad (con carácter privado), Suiza es un país pequeño cuya imagen de seguridad, orden y trabajo lo ha convertido en la caja fuerte del mundo (bancos privados).
Tampoco la inteligencia de las personas marca una diferencia, como lo demuestran muchos estudiantes de países pobres que emigran a los países ricos, y logran resultados excelentes. Otro ejemplo son los ejecutivos de países ricos (de empresas privadas) que visitan las fábricas de los países pobres, y al hablar con ellos nos damos cuenta de que no hay diferencia intelectual.
Finalmente, tampoco la raza marca la diferencia: tengamos presente que en los países centroeuropeos o nórdicos, los llamados “vagos del sur” demuestran ser una fuerza productiva; no así en sus propios países, donde nunca supieron someterse a las reglas básicas que hacen grande a una nación.
Lo que hace la diferencia, entonces, es la actitud de las personas y el sistema de estimulación económica que su gobierno le brinda.
Al estudiar la conducta de los individuos en los países ricos se descubre que la mayor parte de la población sigue estas reglas, no importa el orden que se discuta:
La moral como principio básico.
El orden y la limpieza.
La honradez.
La puntualidad.
La responsabilidad.
El deseo de superación.
El respeto a la ley y los reglamentos.
El respeto al derecho de los demás.
El amor por el trabajo incentivado por salarios decorosos que lo estimulan.
El afán de ahorro para inversión. Con el trabajo por cuenta propia y la libre inversión.
¿Necesitamos más leyes que estas? No. Sería suficiente cumplir y hacer cumplir estas simples reglas. En Cuba solo una mínima parte de la población las sigue en su vida diaria. No somos pobres porque nos falten riquezas naturales o porque la naturaleza haya sido cruel con nosotros: simplemente carecemos del carácter necesario para cumplir estas premisas básicas y elementales del funcionamiento social. ¡Nada más hay que estimular al hombre y dejarlo trabajar en la libre empresa!

Este señor Alberto Gavira, talentoso profesor particular de inglés, es uno de los cientos de miles de cubanos que piensa. Uno más que expone su criterio, afanoso por armar este rompecabezas social en el que once millones de individuos vivimos enquistados.
Gracias, profe Gavira.

Pedro Armando Junco

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