En la mañana del pasado sábado
nueve de noviembre, tuvo lugar la Asamblea General de los artistas camagüeyanos.
Como siempre, contó con la presencia del Secretario del Partido en la
provincia, esta vez Jorge Luis Tapia Fonseca.
Puedo asegurar que fue
una asamblea democrática y transparente, superior a las anteriores en
exclusividad y entonación, lejos de parlamentos superfluos y como si ya nos
estuviéramos acostumbrando a decir las cosas sin la autocensura con que
habitualmente se desarrollan estos tipos de actividades en todas sus aristas.
Claro que el rechazo a no decir lo que se piensa debe siempre comenzar por los
intelectuales. Porque cuando las cabezas pensantes se amilanan y sienten miedo,
¿qué puede esperarse de los que esperan a que otros piensen por ellos?
Salvo algunas nimiedades
que no voy a mencionar, se promovieron ideas antes soterradas, como fue la
propuesta hecha por Mariela Pérez-Castro acerca del derecho a llevar en
nuestras ropas la bandera cubana, puesto que las indumentarias públicas que
vemos hoy cruzar por las calles, están saturadas de banderas inglesas,
brasileras y norteamericanas. ¿Cómo es posible que a los cubanos les esté
prohibido llevar en sus prendas de vestir el símbolo mayor de nuestra Patria? Y
agregó Mariela que muchos cubanos gustarían conservar en sus casas la bandera
de Narciso López, pero a la hora de adquirirla en una shopping, su precio asciende a centenares de pesos cubanos.
Otro asunto tratado con
certeza fue el de los audiovisuales. Juan Antonio García Borrero, por ejemplo, combatió
la reciente medida gubernamental de cerrar todas las salas particulares de
video en tercera dimensión. Estas salitas, de las que yo ni noticias tenía,
brindaban películas a gusto de los consumidores al coste de un CUC. Según me cuentan uno llegaba, leía el
catálogo, escogía el filme y se lo proyectaban en una pantalla de televisión de
las más grandes, no importaba que el cliente fuera uno solo. Pero, según se
comenta, en La Habana
hubo cierto desafuero con esas “libertades” y mandaron a cerrar todas las salas
del país. Lo mismo de siempre: que paguen justos y pecadores. Juani defendió a
ultranza el derecho ciudadano a ejercer su derecho informativo, venga de donde
venga. Eso es encomiable. Y utilizó esa frasecita tan preferida por nuestros
diplomáticos: doble rasero, para denunciar cómo por una parte se estimulan los
trabajos por cuenta propia y cuando estos se establecen y comienzan a
fructificar, arremeten contra ellos.
Después se levantó el
doctor Luis Álvarez Álvarez y dio un alerta: el peligro de los audiovisuales
que, junto a esos juegos computarizados invasores de la mentalidad y el tiempo
de nuestros infantes, son las películas fantásticas desbordadas de violencia,
nocivas a la salud mental y poco bienhechora de la conducta que pretendemos
sembrar en nuestros hijos. Cierto es que la libertad es el ideal máximo de una
sociedad –entendí yo del planteamiento de mis dos compañeros escritores, sin
encontrar entre ambos criterios un sustancial antagonismo –y hay que defenderla
a todo coste, pero también debemos preservarla de la contaminación con el
libertinaje.
En resumen, si durante
más de medio siglo se ha monitoreado en este país no solo los audiovisuales,
sino hasta el lugar de defecación de cada ciudadano, ¿por qué no se monitorea,
sin escándalo ni alta censura, las proyecciones en las salas particulares de
video 3D, en vez de cerrarlas?
Ya casi al final se
produjo un hecho inesperado. Fue a la hora de la presentación de los
organizadores para las comisiones de trabajo con vista al 8vo Congreso de la UNEAC. Al presentar su
más de una docena de miembros, solo aparecía una mujer en el grupo. Y otra vez
Mariela soltó su entelequia rebelde y resopló que en esas comisiones había
demasiados pantalones. Aquella frase resonó como un gong en el teatro y a Jorge
Luis Tapia le gustó el debate. Cuando Mariela quiso disculparse el Secretario
del Partido le respondió que no; que así es como debe hacerse siempre: hablar
claro y con libertad. Me pareció escucharle decir algo así como que eso es
parte del cambio de mentalidad que pretendemos llevar a cabo. Por ahí ha de
estar grabado, por si me equivoco.
Lo que molesta –pienso
yo, muy particularmente –no es que la mayoría de los elegidos fuesen varones, puesto
que a la hora de escoger personas para algo importante, más que género y color,
deben tenerse en cuenta la honradez, la capacidad y el altruismo de cada
persona. Lo que molesta es que siempre se repiten los mismos personajes y,
sobre todo, los que se “cuelan” ambiciosos de cargos y poderes y ya se
consideran con un pie en el estribo del ómnibus que partirá en abril hacia La Habana al 8vo Congreso.
Esos compañeros
monitorearán desde acá lo que se piensa plantear en el Congreso. Las ideas de
los miembros tienen que emitirse en sesiones cerradas donde pueden ser
castradas las ponencias no acordes con lo que se quiere escuchar el día supremo
en que estaríamos frente a la más alta dirección del país. Y eso no es bueno a
la altura de los tiempos actuales, como tampoco lo será anteponer miembros para
que sean elegidos. Yo, por ejemplo, después de 24 años en la organización,
nunca he podido asistir a un Congreso de la UNEAC a pesar de que se celebran cada cinco años.
Esta vez pretendo
asistir. Si nadie me propone haré como Jorge González Allué lustros atrás: me
propondré yo mismo. El que más y el que menos, por humilde y sencilla que sea
su posición en la base, siempre tiene cositas que plantear.
Pedro
Armando Junco
Una "asamblea general de artistas", eso suena como un lenguaje extraterrestre en cualquier parte del mundo (excepto quizás en Corea del Norte) y encima presidida o encabezada por el jefe del partido (único) en el Poder.
ResponderEliminarEn fin, eso forma parte de la realidad cubana, y hay que hablar de ella.